Lluvia
Rosa
azul del doselete
que
este gris oscuro vela,
estandarte
caprichoso
que
a su antojo el viento lleva,
vertiginoso
sainete
que
en mis entrañas se cuela
y
escribe melancolía
sobre
el paño de la pena.
Va
la luna por los charcos
resucitando
mareas
por
los fondos oxidados,
crisol
de viejas tormentas,
con
su perfil demacrado,
con
su semblante de piedra
y
la anemia de su pulpa,
marfil
de amargas almendras.
Sigue
el guión el espacio
y
el ambiente se empastela,
ponen
su pica injuriosa
las
gotas que a tierra llegan:
son cadáveres de nubes,
que
ni empañan ni son niebla,
diminutos
continentes
que
al céfiro se atraviesan.
Se
impone la señorita
a
la aurora salinera,
pone
su bota de hierro
a
la luz de la belleza
y
en la bóveda dibuja
el
rigor de extrañas letras;
llegará
por donde siempre,
siguiendo
a la primavera.
José Luis Tirado Fernández