Páginas del blog

martes, 4 de octubre de 2011

¿CUAL ES TU GRACIA?

            No es un chiste. Cuando alguien llama hoy a una muchacha con uno de esos nombres de origen extranjero: ¡Lorena¡ o  ¡Vane! o ¡Jenny! no es extraño que vuelvan la cara varias a la vez, dada la proliferación de esos nombres desde algunos años acá, posiblemente por la influencia de los medios foráneos, por supuesto no leídos, sino audiovisuales, en cuyo contexto son patronímicos totalmente naturales, dado el origen de la mayoría de películas, series o documentales donde se pronuncian.
             Pero una tendencia errónea a dar como ordinario estos patronímicos en nuestra realidad originaria, con una lengua mucho más rica, más concreta, más precisa y más hermosa que la inglesa, nos lleva a este castigo que sufrimos los que añoramos otro tiempo en que no sólo los nombres de pila, sino otras muchas cosas se llamaban por su nombre. Aquel que se sienta orgulloso de los “Cuentos de Canterbury”, escritos en el  siglo XIV, debe comprendernos a nosotros, que, no ya remitiéndonos a las “Glosas Emilianenses”, escritas entre el siglo X y XI, compuestas en el Monasterio de San Millán de la Cogolla, sino directamente a todo un poema épico, rimado y de gran calidad literaria, escrito a finales del XII – principios del XIII, el “Cantar de mio Cid”, y que, para entender y apreciar el idioma que actualmente hablamos, debería ser de obligada lectura por los estudiantes de hoy día.
            Al hilo de los nombres propios e impropios, como a mi parecer son estos que cito, creo tener claro que cualquier nombre de origen bíblico tiene más historia, más calado y más antigüedad que la mayoría de los que hoy se escogen para bautizar -si lo hacen, quiero decir dar nombre-, a sus hijos. Baste el ejemplo de Lorena, que es una castellanización de Lorraine, comarca o región francesa, Vanessa, inventado por un escritor como apodo de una de sus pupilas en 1713, fecha en la que escribió su libro “Cadenus and Vanessa”, o Jennifer, que es una forma en la que en Cornualles llamaban a la reina Ginebra, esposa del Rey Arturo.
            Hemos adoptado para nuestros hijos nombres extranjeros y hemos desechado los de siempre, como algo arcaico, demodé e incluso atrevido. En el bautizo de mi hija María de los Reyes, varios niños eran puestos en fila por sus padrinos. El cura les iba preguntando uno a uno el nombre que iban a imponerle; cuando le preguntó a mi cuñado David el nombre de la niña y este se lo indicó, hizo un gracioso mohín y dijo: ¡Hombre, menos mal!
            ¿Dónde están los Juanes, los Antonios, los Luises, los Joaquines, los Fernandos, los Manueles, los Josés, los Franciscos, los Enriques de toda la vida?
            ¿Dónde quedaron las Rosarios de la calle Feria, las Esperanzas de Parras y Pureza, las Pastoras de San Luis y Pelay Correa, las Cármenes de todas las parroquias, y las Marías… de los Ángeles, de la O, Auxiliadora, del Mar, de los Reyes, las Anas de Triana, todas las de mi familia, las Encarnaciones, las Amparos y las Asunciones?
            ¿Y dónde, dime, compañero, dónde, las María Dolores?

8 comentarios:

  1. José Luis ¡qué razón tienes! Ya no se oye llamar a los niños a través de los nombres 'tradicionales'.
    Se hace por los que creen los padres tienen mayor personalidad o serenidad (por ejemplo: Israel o Triana).

    Es muy posible que las aguas vuelvan a su cauce, pues también los niños -al hacersa mayores-, en buena parte no les hace gracia el nombre de pila y acaban por cambiárselo. Ramón.

    ResponderEliminar
  2. Bien cierto es cuanto aquí nos dices mi dilecto amigo. Todo forma parte de una novelería catódica que orilla los nombres de toda la vida. Un amigo me cuenta que una vez en Chipiona una "Antonia" de turno gritó desaforada: "Vanesa, sarte del agua" y salieron del tirón 139 niñas. Mi nombre preferido de varón siempre fue, Rafael, pero mi padre que así se llamaba se lo puso a su hijo mayor, mi hermano. De mujeres me saldrían una docena larga con olor a menta y canela. En fin las cosas de la "modernidad". Un abrazo. P.D.Impagable el video de la Entrada.

    ResponderEliminar
  3. Gracias, Ramón, Juan Luis, por vuestros comentarios. Con los nombres de mujer que huelen a menta y canelay la cantidad de nombres chirriantes que escuchamos a diario. Esperemos que en el futuro haya mucha gente, como dice Ramón, en el registro civil cambiándose el nombre. Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Amigo José Luis, cuanto me alegro saludarte no te leo por la tribu estas bien, abrazos poeta cantao y amigo
    Arques

    ResponderEliminar
  5. Bueno ya que pones esto...haz el favor de decirle a tu hija que nada de Bruno ni de "Juandedios"....aunque sea por lo menos sea Luis...sino dejare de hablarle...y si es niña...como le ponga "Samara" la mato directamente...

    ResponderEliminar
  6. Querido Pedro, me alegro de tu comentario, espero que te encuentres mejor.
    Sobre lo de Bruno no lo entiendo, creo que da idea de oscuro, umbrío, sin luz, yo tenía entendido que le ibanaponer José Luis si es niño...

    ResponderEliminar
  7. Querido José Luis, películas, series, documentales,... y por encima de todos... TELENOVELAS.
    Un cura amigo mío me contó hace algún tiempo que tuvo que bautizar a una niña en Huelva con el nombre de ¡Abigail de La Cinta! (en la época en la que estaba de moda la telenovela "Abigail").
    Y encima habrá que reconocerles a los padres que mantuvieron a la patrona en el nombre de la chiquilla.

    ResponderEliminar
  8. Andrés, ese cura, según la ley vigente en España, se la tendría que envainar, además la ley me parece justa, porque cada uno tiene derecho a llamarse como quiera, pero esos nombrecitos que leemos o escuchamos. ¿Qué te parece Kevin de Jesús? Saludos, amigo.

    ResponderEliminar