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jueves, 29 de marzo de 2012

QUE LLUEVA





             La Semana Santa ya está aquí; y no importa si llueve… si llueve, que llueva. Dios, sabe cuándo y porqué, y no nos lamentemos de nuestra suerte, pensemos mejor en el alivio de la sed de la tierra, de la ruina económica que sufre el campo y su gente, y regocijémonos en esa agua que Cristo nos manda. ¿Acaso no es Él el Rey de los cielos y la tierra? Venga pues la lluvia y venga cuando Dios disponga, que venga ese trozo de cielo, el trocito de cielo que se posó en el pañuelo de tu saeta, la parcela de gloria que dejó en Sevilla la legión de saeteros, mujeres y hombres buenos, que cantan rezando a Dios, para que los oiga bien, desde allí arriba.

             Uno de ellos, uno muy importante, por su voz y sus maneras, sus maneras artísticas y sobre todo humanas, que son las más importantes, se nos ha ido.

Pepe Perejil, que si buenos ratos nos hacía pasar en su establecimiento en noches encantadas e inolvidables, también nos hizo erizar el cabello cuando delante de los pasos ofrecía a nuestras sagradas imágenes el oro puro de los sentimientos de este pueblo antiguo, sabio, que besa el suelo por donde Jesús camina, que convierte esos besos en claveles y perfila el alivio a sus sufrimientos con esas oraciones emocionadas de belleza tan particular.

    Y para Pepe y su recuerdo, para su hermandad del Museo, para su familia, para toda su buena gente.


 
Tinieblas del lunes santo…
y al doble de tu campana
descubrí Sevilla cuando
siendo niño me llevaban
a contemplar tu traslado
y el sello de tu templanza.

José Luis Tirado Fernández

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