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sábado, 3 de mayo de 2014

LOS CUADROS DE GENARA BARRANQUERO





                Me enseñó algo que no sabía. Cuando se pasa de los cincuenta, uno se cree viejo y sin nada que aportar, y piensa que a partir de entonces, se debe dedicar el tiempo a las sopas y el buen vino. Me enseñó, y ahora lo sé, que mientras late la caja de cambios y fluye la sangre presurosa, uno es un niño y que a veces son más las luces que antaño, y que la experiencia aporta mucho más de lo que calculamos, porque para algo tiene que servir lo vivido. Me mandaba un millón de besos en cada escrito, me descubría un futuro posible que yo ni adivinaba, por lo lejano, me decía en cada mensaje que lo que poseemos debe servir también a los demás, y compartirlo, y que jamás debe quedarse en el tintero, o como en este caso, en la paleta, y hacerlo flor, y barro y tejas, y sol y soles, y sentimiento, y destinarlo no sólo a sentirnos mejor sino también a entregarlo a los demás.
                Esta niña de ochenta y tres años, me sigue enseñando hoy, que los seres humanos somos más allá de nosotros mismos, más allá de nuestra vida y nuestra obra, una proyección sobre los que amamos, incluso con los que ya no están, y que hay algo más allá de tener un hijo y plantar un árbol.          
                Me envió, hace algún tiempo, estos cuadros que hoy inserto en este blog, para que todos puedan verlos. Decía:

Son nueve los que llevo pintado, si no van me lo dices para repasarlos, a mis ochenta y tres años le faltan días, y sin haber cogido nunca un pincel, eso me lo puso Dios en mi camino  para salir del pozo donde estaba,  eso le debo a Dios, pues hace más llevadero mis días, además de tener un solo ojo pues me entró hace un año una enfermedad macular degenerativa.”

              Uno se siente tan pequeño, tan poca cosa junto a estos gigantes anónimos que conviven con nosotros, que respiran el mismo aire, que pasean por nuestras calles y beben nuestra misma agua, que a veces nuestra capacidad artística se nos antoja tan simple y anodina, tan incapaz de conmover el alma de nadie, de tejer una sonrisa, de fraguar una lágrima, que aflora la duda consecuente de si tendrán algún valor. La de Genara, pueden apreciarla aquí. Ella se la atribuye a Dios.



Con un millón de besos te recibo
cada vez que tu nombre, pinturero,
encuentro alborozado en el  rimero;
y al mar de gentileza que concibo
como obsequio de este mundo que suscribo 
y embellece esta morada.Trovero
 me sentí,  siempre que tu lucero
surgía tal y como lo describo
en la magia del negro sobre blanco.
¡Sublime edad la tuya, majestuosa!
Enseñanza notable, que apalanco
para dar a los míos, jubilosa
muestra de humanidad a la que arranco
su dulce fuerza,  su ánima amistosa.















Grande.






José Luis Tirado Fernández

4 comentarios:

  1. A los ochenta y tres años, Genara, da una lección a muchos -bastante de ellos más jóvenes que ella- para agarrarse a la vida DÁNDOSE, que es como concibo la verdadera amistad. Sin esperar a cambio nada, solo que se la escuche. Bonito testimonio, con el adorno del soneto, el que nos trasladas, José Luis.

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  2. Amigo Jose Luis,,amigo de tus amigos,mano abierta ,corazón al compás. Bien sabia Genara con quien compartia sus pinturas,porque para ella esta labor que tanto significa,el hecho de que la valores,es inmenso. Ella es mujer sensible, sencilla, que sabe darse ,y las personas que como ella atravesamos la dificil cuesta del otoño, sabemos cuanto vale una palabra amable,una sonrisa,un saber que estas ahi, Eres grande en todo mi querido amigo,y asi lo demuestras aqui,compartiendo esos tesoros que nuestra amiga Genara te ha regalado.

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  3. Me alegro de pasar de nuevo por aquí y ver este maravilloso escrito y esta fantástica pintura,dos artistas, os quiero y os recuerdo, entrañables personas que tanto, tanto me disteis
    Un beso a cada uno fuerte y apretao
    Mariquilla

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  4. Precioso y merecido homenaje el que dedicas a Genara. Todo un ejemplo a seguir. Nunca hay que perder ese niño o niña que fuimos, quizás con la edad nos reencontremos de nuevo con la curiosidad, el entusiasmo y la ilusión que caracteriza la etapa infantil. Yo no renuncio a ello y lucho casi diariamente por conseguir esos preciados dones. Genara sin duda los tenía.
    Un abrazo.

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