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martes, 29 de marzo de 2016

PASÓ. ¿PASÓ?


                Pocas veces es tan palpable la existencia, tan nítida la sensación de vida. Estar agazapado entre el gentío, viendo, escuchando y oliendo lo que más te gusta, cerrando y abriendo los ojos para afirmarte en la certeza de lo que está pasando, o bien lanzado entre dos calles, una recién regada de cera, que aún sigue trasminando a mixtura de inciensos, que cierra sus balcones y avienta los pétalos del olvido, y otra que abre sus huecos y ofrece sus adoquines a los pies descalzos, las basas de las insignias y los gruesos zancos que sostienen la memoria, o bien sentado en un poyete, bebiendo a morro este vino irrepetible y dando grandes bocados a este pan de belleza que irremisiblemente, se agota.

Foto de José Luis Galván
                Este es el mar de las preguntas, y como todos los mares, ofrece sus puertos y sus calas, sus islas y sus tormentas. Las mejores respuestas se hallan en los cabos, donde reviran esos bajeles que se adornan de clavel y guardabrisas, o esos otros veleros de doce mástiles que dulcemente deslizan su casco entre sus aguas. Lo surcan también barcos fantasmas, llegados del futuro, y piratas mal encarados, hombres extraños que emergen de la profundidad de sus aguas, con los ojos tapados y los perniles recogidos, y pasean entre los marineros entorpeciendo su desfile. Donde hay gloria, suele haber también infierno, y las velas no son nada sin la soga.

Foto de José Luis Galván
                Aquí, la luz, la más autentica, se escancia en jarrillos de lata, y al atardecer, las paredes devuelven besos de amargura, de silencio. El amor envuelve lo que toca, y lo transforma; es buena hasta la muerte si se muere en su dulzura. Aquí, el cielo es de estrellas y el único farolillo es esa luna llena que se aleja pero que sin duda, volverá a estarlo. Su sala de conciertos, una calle sin final donde están prohibidos los instrumentos de cuerda. Esta es una casa sin paredes que consiente mucho pero no lo admite todo, un chasquido de dedos que dura una semana. Pollino, palmas, resucitó. Concluyente su sentencia.

Foto de José Luis Galván
                Cuesta trabajo asumir que pasó. ¿Pasó? Volver al tajo de lo cotidiano y ponerse a recordar. Acostarse cada noche intentando soñarla de nuevo. Rememorar otra vez el sonido del ultimo golpe de llamador, de la bisagra de la última puerta que se cierra, de la última oración. Y saber que entonces, todo estaba empezando.

José Luis Tirado Fernández

7 comentarios:

  1. Una Semana Santa más en el almacén de nuestro corazón, recuerdos mezclados con otros igualmente intensos, saetas que salen del alma, con el sentimiento profundo en la voz de un devoto...
    Preciosa entrada, produce "peñizco",enhorabuena.

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  2. Hay ocasiones en que vivimos a través de las vivencias de los que noa rodean Tu descripción y tus sentimentos tan magnificamente expuestos consiguen llevarnos a las propias de antaño. Como siempre magnifico

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  3. Un sentimiento reverberante y cíclico se repite cuando la luna de Parascebe queda plena. En esta entrada lo significas y matizas bien.¡Enhorabuena!

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  4. Gracias amigo, has conseguido con esta maravillosa entrada que vuelva a rememorar aquellas Semanas Santas, donde yo me empapaba de todos esos sentimientos que has bordao, me ha hecho llorar, Ahora, por "culpa" de mis patitas, tengo que conformarme con la Tele, esa es mi aportación par ayudar al Señor a llevar la cruz. un abrazo

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  5. Dios te guarde muchos años Jose Luis.Esto no ha hecho mas que empezar.

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  6. Sentimientos impregnados de poesía. Una maravilla de entrada, querido amigo.
    Un fuerte abrazo.

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  7. Que preciosidad de fotos, que maravilla de texto. Como vivís la pasión y la ilusión que le regaláis a vuestras fiestas. Un abrazo amigo.
    Hortensia

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