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sábado, 20 de febrero de 2021

CALLEJONES DEL FLAMENCO

 

                No es de extrañar. No. Una ciudad asolada por Cayo Julio César, que extermina la población –en aquel tiempo los sevillanos ni éramos del Betis ni del Sevilla,  éramos de Pompeyo-, que la coloniza de nuevo y que la fortifica, una ciudad que se alza luego y hasta nuestro presente  sobre el trazado árabe y que hasta mediados del XIX no recibe los primeros –tímidos- ensanches, cuyo precio fue tal y tan terrible como la pérdida de sus puertas, de las que sólo subsiste la de la Macarena y un postigo -del aceite- que se libró de la piqueta porque un vecino que habitaba sus altos hizo valer sus derechos, que recibe durante la segunda república, en un pleno, una propuesta del grupo socialista para derribar las murallas porque afeaban la ciudad -de esa época datan los derribos de la zona de San Julián-Capuchinos-, una ciudad enferma de sí misma, que padece el martirio y la crucifixión incluso de quienes más deberían amarla, y que hasta los setenta de nuestra juventud recibe tales hachazos como la desaparición del palacio del Marqués de Palomares o el de los Cavalieri, ambos en la plaza del Duque.


Desaparecido Palacio de los Cavalieri

        Una ciudad cuya plaza principal tenia, en 1920, este tamaño:

Foto del blog "El pasado de Sevilla"
La Campana 

            No es de extrañar que en una ciudad como esta, lo más grande, lo más hermoso, sea oculto e incierto. Una ciudad llena de callejones. En ellos, habitaron la flor y la nata del arte flamenco, estos son unos ejemplos.

Este es el callejón de Juan de Oviedo. No tiene salida.  En él, habitaron a finales del XIX y principios del XX la mayoria de los artistas que acudían a trabajar en los café-cantante, desde toda España, principalmente de Jerez, Cádiz y Málaga.

La calle Amapola, donde habitó y murió Manuel Torre.

En Agosto de 1933, la Revista "Crónica"publicó un reportaje sobre la vida, muerte y la triste herencia que dejó el cantaor.

Hace esquina con Infantes, donde al parecer nació Amalia Molina y residia en 1886, con dos años.

Al volver la esquina, en Laurel, habitaba el matrimonio Diaz-Loreto, ascendientes de Maleni Loreto, gran bailaora.

Maleni Loreto

Los callejones de Pasión y el que podemos ver en la imagen, Azofaifo, tenian puertas de entrada al
 Burrero de Sierpes.

Pastora Pavón vivía en esta calle sin salida, Canarios, en 1895

El último tramo de la calle Confiterías, fue morada de Rosario "La Mejorana", en casa de Victor Rojas, posiblemente la misma de la foto.

En este callejón sin salida, situado en Escoberos, vivian en 1887 La Malena, su hermano Juan Gaspar, su tía María La Chorrúa y su madre, Josefa, junto a un agregado llamado Luis Villar Haro.

Don Antonio Chacón estaba empadronado en el callejón de Morgado,en 1895.

También numerosos los flamencos nacidos o residentes en Pedro Miguel, como Manuel Escacena. Albergó también, en el número seis, llamado el Corral del Cristo, la Academia de baile de Frasquillo, que tantas figuras dio a nuestro arte.

        No se puede obviar en una entrada de este tipo, que Manuel Vallejo nació en el callejón de Padilla, en san Luis.

Callejón de Padilla




Rematar con la contemplación de la estrechez de la calle Rosario, donde estuvo el Salón Silverio, hasta su cierre por defunción.


José Luis Tirado Fernández





               

sábado, 6 de febrero de 2021

PACA AGUILERA EN EL CORRAL DE LOS CHICHAROS

    Nicolás, su padre, era de oficio panadero. En un padrón de Sevilla de 1889, junto a su esposa, María Dominguez Sanchez y siete de sus catorce hijos -algunos habían perecido y otros estarían casados en esa fecha-, habita en la calle Lumbreras, 6, en el famoso y celebrado "Corral de los Chícharos", donde declara llevar un año establecido en la ciudad. 

Este aspecto presentaba el Corral de los Chicharos en esas fechas. Significativa la leyenda contenida en la foto.
Este aspecto presentaba el Corral de los Chicharos en esas fechas. Significativa la leyenda contenida en la foto.

LOS DUENDES DE LA ALAMEDA

    Si Paca llegó a Sevilla en 1888, con once años, seguro que tuvo buenas oportunidades de asimilar cante, de empaparse de los estilos reinantes en ese centro del universo flamenco en el que, posiblemente por los azares de la vida, había aterrizado. Bohórquez afirma que Paca pertenece a la escuela sevillana, mas como transmisora, también dejó impresionados cantes de Málaga así como los atribuidos a La Andonda, que en esas fechas, y hasta 1902, habitaba en Triana.

El corral de los Chicharos en la actualidad. Un hotel ocupa sus antiguos partidos y viviendas.
El corral de los Chicharos en la actualidad. Un hotel ocupa sus antiguos partidos y viviendas.


    Fue la décima de aquellos catorce hermanos, algunos de los cuales se adaptaron a la vida sevillana y se establecieron en la urbe. Su hermana María, mayor que ella cinco años, y que según testimonios, actuaba junto a ella en las Cocheras de Pineda,  la actual plaza de Villasís. Este lugar estaba a espaldas del Novedades, y debió ser un local de espectáculos de finales del XIX. 


    Paca desarrolló su vida artística fuera de Sevilla, y recorrió España entera coincidiendo con los grandes artistas de la época, acompañada de varios guitarristas. Murió en Madrid en 1913. Había nacido en Ronda el quince de enero de 1877.
    Lo mejor, su cante. 


Ya lo dije:

Cuando escucho soleá,
siempre me suena a Triana,
yo no sé porqué será.

José Luis Tirado Fernández


lunes, 1 de febrero de 2021

TIO ANTONIO CAGANCHO, 17 AÑOS, CASAD0

             Le encontramos en los padrones de Triana, casado con Concepción García Vargas, de quince. El genial siguirillero vivía amparado por su suegro José, viudo, que mantenía a su madre, María Caballero y a dos hijas solteras, llamadas Dolores y Rocio. Habitaban el número 20 de la Cava de los gitanos. Allí, al poco tiempo daría fruto su amor, naciéndoles una hija, Josefa, que, tristemente, moriría con dieciséis años, cuando ya vivían en mi calle, Pelay Correa.

Padrones de Triana, 1838

       Herrero de profesión, suponemos que en ese tiempo andaba fraguando su obra gigante, esos cantes que le levantan a uno del asiento, o que erizan la piel, fundamento de esa viña de la Cava donde tantos entraron y seguirán entrando a por uvas. Nadie más adecuado para ilustrarlos que el mejor de los nacidos para el cante, Tomás Pavón Cruz.


José Luis Tirado Fernández