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viernes, 10 de junio de 2011

EL TABERNERO

Para Paco Infantes, que está en algún lugar del cielo
      Los taberneros, vivimos, mire usted, de esto. De la sonrisa, de la palabra amable, de la calidad del género, del corazón, porqué no.
            Hemos de acomodar nuestro local al gusto del cliente. Hace frío, se cierran todas las puertas y se conecta la calefacción. Calor, pues A/A sin problemas, no importa el recibo de Endesa. Humo, extracción potente. Música, la que usted prefiera. Yo, personalmente, la tele siempre puesta, pero bajita, porque yo soy de radio. Desde temprano Onda Cero, el programa de Herrera, las intervenciones de Barbeito, hasta que escucho la voz de Josemi, apago la radio y le doy voz a la tele.  En eso no parto pera.

            Los taberneros siempre tenemos un chiste de retén, o, como en mi caso, una guitarra de guardia, por si ocurre un contratiempo. También, a veces, nos arriesgamos a perder un cliente cuando tenemos ganas de decir lo que estamos pensando. Muchos tapabocas que me dio mi madre por estas cuestiones. Pero uno tiene el gatillo flojo, y algunas veces… menos mal que siempre tiene uno a mano la retranca como subterfugio para ciertos casos. Los taberneros llevamos un detector de mamones en el bolsillo de la camisa, que vibra cuando alguno entra en el establecimiento. Esa es la hora en la que las orejas se ponen tiesas y la disposición adopta formas más sutiles y precavidas.

            Kaptah, el esclavo de Sinuhé el egipcio, le contaba, en una visita que le hizo a su taberna, “La cola del cocodrilo”:
            Desde mi infancia la profesión de tabernero me pareció la más deseable  y envidiable de todas. En aquella época me decía que podía beber gratuitamente toda la cerveza que quería. Ahora sé que el dueño de una taberna debe beber moderadamente y no embriagarse jamás, lo cual me será muy bueno para la salud. Pero un tabernero encuentra sin cesar gente que le son útiles y se entera de todo lo que ocurre... creo que los dioses me habían destinado a esta profesión de tabernero y sólo por error nací esclavo.”
            A mi juicio. el oficio de tabernero es también el más seguro de todos porque la sed del hombre permanece inalterable pase lo que pase, y aunque se tambalease el poderío de los faraones, y los dioses se cayesen de sus tronos, las tabernas y las hosterías no estarían más vacías que antes. Porque el hombre bebe vino en su alegría y lo bebe en su tristeza; en el éxito alegra su corazón con el vino y en el fracaso lo consuela de igual modo; bebe cuando está enamorado y bebe cuando su mujer lo apalea. Acude al vino cuando los asuntos van mal; riega sus beneficios con el vino. Ni tan sólo la pobreza impide al hombre beber vino.”

            Así  que desde aquí intento animar a todos mis compañeros “pringaos” como nos llamaron en una chirigota, y ya sabéis, nunca olvidemos la ley del tabernero: calla, sonríe y cuando hables, déjate llevar, aunque eso te  lleve a la depresión y a la pérdida de autoestima. También eso nos lleva al fin último: que siempre volváis.

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