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miércoles, 15 de agosto de 2012

CAMARADA SÁNCHEZ GORDILLO




         No, descuida, no voy a hablarte de carros, supermercados o pillaje. Pillado más bien me he quedado yo cuando he leído que has asistido a un acto de homenaje a Blas Infante, el padre de la Patria andaluza.

         Carne de mis carnes, los comunistas no reconocemos ninguna patria, ni con mayúsculas ni con minúsculas. De las primeras cosas que aprendimos fue, leyendo el Manifiesto, que: “Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Así, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político...”etc. ése es el catón del marxismo, al que tú sigues aferrado sin solución de continuidad.  Los comunistas, al menos los de mi tiempo, éramos gente sin patria pero con bandera: la roja, yo, concretamente milité en un partido llamado Organización Comunista de España (Bandera Roja) y luego en el PCE. Hoy soy un alma en pena, sin patria, sin bandera y sin carné.

         Si lo has hecho como prosecución de las últimas agitaciones -¿se decía así, no?- que has realizado, creo que estas quemando la vela por los dos lados, y al final acabarás quemándote. Con estas cositas te estás cargando a todo el que sigue creyendo en lo que tú representas: un líder campesino excéntrico y un tanto folklórico que se cree lo que proclama. A esos los vas a perder.

         Por otro lado tienes a la prensa, que a raíz de tus últimas luchas se ha movilizado y esta hurgando en ese particular sistema de soviets que existe en Marinaleda y del que cada vez estamos sabiendo más cosas. El otro día te veía hacerte el sordo en una cadena que nunca recomiendo pero que me apareció, ya sabes, con el “zapping”, en el momento en el que un vecino explicaba cómo se distribuye el trabajo en tu pueblo. Te están dando por todos lados.

         ¿Comunista? Camarada, hace tiempo que los comunistas evolucionamos hasta abandonar, por ejemplo, la lucha por la dictadura del proletariado. ¿Que por qué? No sé cómo está la cosa en Marinaleda; en el resto de este país, que sigue inmerso en el sistema capitalista, que yo sepa, y que ahora mismo ha entrado en una de las espirales que ya definió Carlos Marx, se vive de lleno el consumismo salvaje. En la mayoría de los hogares de este país, hay una conexión de banda ancha, varios ordenadores, varios televisores de pantalla plana y más de un coche. Ah, y un frigorífico de dos puertas lleno de comida y bebidas de bajo contenido en calorías, en su mayoría. Sí, estamos gordos. No te digo, camarada, que yo esté de acuerdo con esta manera de vida-derroche, sino que ya, en la actualidad, el proletariado no representa la mayoría de la población. Y hace mucho tiempo que no lo es.

         Que todavía haya familias con necesidades perentorias en España puede ser culpa de los gobiernos que se preocupan únicamente de las directrices electoralistas de sus partidos (dos, en realidad) y que obvian la justicia social en todos sus sentidos. Pero insisto en que son una minoría, un problema remediable con facilidad con una buena política solidaria.

         Estás confundiendo el tiempo que vives con otros que ya pasaron y que no van a volver. El joven de diecisiete años que llevo dentro te saluda puño en alto, camarada. Hoy sólo soy un “bandera vieja” veterano, con el lomo lleno de latigazos de decepción y que ya no cree en nada. Y perdona que en esta página de versos y coplas, compás y pálpitos  cofrades -por cierto, un saludo fraternal para la Hermandad de Jesús Nazareno de Marinaleda-, haga un inciso para dedicarte este recuerdo. Salud y libertad.



Un poema de Ho Chi Minh

Los buenos días que vienen



Todo cambia, la rueda

de la gran ley gira sin pausa.

Después de la lluvia, buen tiempo.

En el pestañeo de un ojo

el universo se despoja

de sus ropas sucias.

A través de diez mil millas

el paisaje

se extiende como

un precioso brocado.

Delicada luz del sol.

Brisas ligeras. Flores sonrientes,

cuelgan en los árboles, entre las

hojas chispeantes,

todos los pájaros cantan.

Hombres y animales vueltos a nacer.

¿Qué puede ser más natural?

Después de la pena llega la alegría.

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