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domingo, 23 de septiembre de 2012

JESÚS MÉNDEZ


         Me parece el convento de Santa Clara y su claustro un buen lugar para escuchar flamenco.  El público no me pareció demasiado flamenco; mucho guiri y demasiado intelectual. Incluso pude ver a Kiko Veneno, sentado con sus amigos. Pero aunque el lugar sea adecuado para el cante, el volumen estaba un poco alto. No es tan grande el patio como para usar los watios de esa forma tan exagerada. La guitarra, un poco metálica, las voces, bien, los graves escasos, el cajón y el bongó apenas sobresalían.

         Un elenco aceptable, Diego del Morao a la guitarra, Chícharo, Carlos Grilo y Manuel Salado a las palmas, un buen pianista, que sólo intervino dos veces a lo largo del recital, Miguel López “Lenon”, y Ané Carrasco a la percusión, con el que el guitarrista mantuvo una complicidad a lo largo de todo el recital que a veces rayaba en todo un alarde de simpatía y empatía entre ambos.

         Comenzó Jesús con una zambra, titulada Dando vueltas en la cama, original de A. Gallardo, acompañado del piano de “Lenon”, para continuar dedicando su actuación a Moraíto, cuyo recuerdo sobrevoló entonces los muros y dependencias del convento. Bulerías, sí, parece que en ese terreno Jesús se siente cómodo, y  cómo no, teniendo la base de compás de su ascendencia y de tan magnífico elenco. Siguió con unas malagueñas de Chacón correctas y nada más, para pasar a unas alegrías donde comenzó a engolar, lance al que acudía cuando los altos se le resistían y que, a mi modesto entender no caben en la forma de interpretar los cantes. La voz natural, y él la tiene, es mucho más adecuada en estos casos; también se puede bajar (subir en el mástil) la cejilla, que no pasa nada. Siempre, cuando escribo alguna de estas crónicas, repito que no soy un entendido en flamenco y que emito opiniones propias.

         En la siguiriya lució Jesús como un grande, marcó, puso el alma y la remató de manera magistral con las cabales de Silverio. Estas cabales, que para algunos provienen de Cádiz, ora de Sernita ora del Loco Mateo, dan para mucho, incluso para una futura entrada en este blog dedicada por entero al tema. Un dato significativo es que el Tenazas de Morón las cantó en el concurso de Granada de 1922 afirmando que se las había enseñado Franconetti.

Luchó con la soleá de Charamusco, en claro homenaje a Antonio Mairena, apoyado siempre en el maravilloso comodín de la guitarra de Diego.

         Emocionó con los fandangos, sobre todo con el del Gloria, para acabar cantando sin utilizar el micro, lo que afirma lo que digo al principio sobre el patio y el exceso de volumen, ya que se le escuchaba a la perfección.

         Hizo el taranto que Manuel Torre dejara impreso, proveniente de tierras de levante y que Chocolate bordara en los sesenta, con mucha enjundia, terminando por jaberas.

         En los tangos, acaracola el cante como lo hacía Paquera, alargando los tercios de la misma manera, hasta romper en una cascada cromática de singular belleza tonal.

         Como despedida, la fiesta final por bulería que a mí se me antojó demasiado corta con una pataíta de “Chícharo” que valió por todo el espectáculo.

         En fin, una gratísima velada, a las once la noche en un sitio donde además se pueden tomar copas en los veladores que el Ayuntamiento ha instalado en dicho patio. Buen elemento Jesús Méndez.

4 comentarios:

  1. No lo he podido "oír", pero te aseguro que he "visto" el escenario y el ambiente a través de tu descripción magnifica.
    Un saludín

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  2. A ver si te llega José Luis, me parece tu cronica maganifica, si no eres profesional es por que no te lo has propuesto, es nás creo que es una leccion magistral al hacerla, te felicito.

    Aaludos

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  3. Contesta si te llegan los mensajes me harias un favor.

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  4. Más que una reseña o una crítica es todo un tratado de flamenco esta entrada, José Luis. Así se crea y se alimenta la afición. Enhorabuena

    Agustín Pérez

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