Visita a Moguer
Pasamos
por delante de un portalón; dentro de la estancia, unos amplios arcos de
mampostería encalada delineaban un ambiente que se me hizo familiar. Me paré
enseguida; dentro, un hombre estaba lavando su coche y le pregunté si aquello había
sido con anterioridad una taberna. “Hace más de treinta años”, me contestó. Sí,
eso más o menos es lo que yo calculaba. Me dijo que había comprado el edificio
y que lo utilizaba como garaje, pero yo recordaba sus rincones, sus paredes,
sus botas de madera en la parte derecha, la chimenea encendida, el sitio que
ocupó el lagar, a la izquierda, y el espacio donde los clientes bebían el vino, sacado directamente
de los toneles; allí no existía la barra. Sentí una enorme tristeza al ver
aquel sitio tan acogedor y tan auténtico convertido en un aparcamiento. Otra de
las cosas que fuimos buscando pero que ya no existen, ni volverán. Esta foto es
la que conservo de las que hizo Pepe en 1980.
En
1980 fuimos buscando la casa natal del poeta. Estaba en obras, pero tenía
aspecto de abandonada, daba la impresión de que allí no habían puesto un ladrillo
ni amasado mortero desde hacía mucho tiempo. Como éramos jóvenes y atrevidos y los responsables de aquella casa
no habían puesto mucho empeño para impedir la entrada, aprovechamos una rendija
de la puerta para colarnos. Recorrimos las deshabitadas estancias, más en la promesa
de encontrar la aventura que en la de ilustrarnos en la vida de Juan Ramón.
Llegamos a un jardín interior, también en estado de abandono, con mucha maleza;
recuerdo que había un árbol del que arranqué un membrillo, con la intención de llevármelo
de recuerdo. Me lo comí.
LA CASA DE ARREBURRA
“La casa de enfrente” Platero y yo, CAP. 16.
“La casa de enfrente” Platero y yo, CAP. 16.
LA TORRE
No, no
puedes subir a la torre. Eres demasiado grande. ¡Si fuera la Giralda de
Sevilla!
¡Cómo me
gustaría que subieras! Desde el balcón del reloj se ven ya las azoteas del
pueblo, blancas, con sus monteras de cristales de colores y sus macetas
floridas pintadas de añil. Luego, desde el del Sur, que rompió la campana gorda
cuando la subieron, se ve el patio del Castillo, y se ve el Diezmo, y se ve, en
la marea, el mar. Más arriba, desde las campanas, se ven cuatro pueblos y el
tren que va a Sevilla, y el tren de Riotinto y la Virgen de la Peña. Después
hay que guindar por la barra de hierro y allí le tocarías los pies a Santa
Juana, que hirió el rayo, y tu cabeza, saliendo por la puerta del templete,
entre los azulejos blancos y azules, que el sol rompe en oro, sería el asombro
de los niños que juegan al toro en la plaza de la Iglesia, de donde subiría a
ti, agudo y claro, su gritar de júbilo.
¡A
cuántos triunfos tienes que renunciar, pobre Platero! ¡Tu vida es tan sencilla
como el camino corto del Cementerio viejo!
Platero y
yo Cap.129
La torre de Moguer de cerca, parece una Giralda vista desde lejos…
José Luis Tirado Fernández
Fotos 2012: Mari Reyes Fotos 1980: José Luis Guisado
José Luis Tirado Fernández
Fotos 2012: Mari Reyes Fotos 1980: José Luis Guisado
Bueno, pues haré como en el Face y pulso:
ResponderEliminarme gusta
Gracias por avisar al oído de la nueva entrada
¿ Sabes ?, en un juego que hicieron en uno de los múltiples trabajos que he tenido, había que identificar a los compañeros con un animal, pues a mi me identificaron con Platero, al día de hoy aún sigo pensando si eso fue bueno o malo
Besitos de Mariquilla
Me llegas al alma con tu empecinada búsqueda al poeta paisano..Te hace grande, esto, en tiempos que a la ciudadanía no interesa la poesía..
ResponderEliminarYo sin embargo soy más de los hijos de Demófilo..Paisanos tuyos por cierto..Me sigo quitando el sombrero con tus sentires , amigo Antonio..