El flamenco es un arte y pertenece a los artistas. Lo demás, es un exudado de su propia condición.

lunes, 20 de junio de 2016

¿EXISTIERON DOS VENTAS DE ERITAÑA EN SEVILLA?


                Una duda ha crecido en mi entendimiento. Yo siempre había tenido por cierto que la venta se situaba en la esquina que hoy ocupa el antiguo “Palace hotel Eritaña”, construido para albergar visitantes a la Exposición iberoamericana celebrada en la ciudad en 1929-30. Por cierto, no llegó a inaugurarse. Incluso leo en el diario El Mundo, en un articulo del 18 de junio de 2010:

“El Palace Hotel Eritaña reunía 500 habitaciones en sus ocho plantas, incluido el sótano sobre el solar de la antigua Venta Eritaña donde los señoritos corrían sus juergas flamencas a las afueras de Sevilla. Hoy es sede de la comandancia de la IV Zona de la Guardia Civil.”

LA LEYENDA

                Un sitio emblemático del flamenco, lugar de juergas y “cuartitos”, ampliamente citado en prensa, coloquios, numen de pintores y poetas.  

                Aparece en 1811 en  “Apuntes para la historia o Verdaderos y únicos principios de la imprevista y milagrosa revolución de Sevilla”, tres de marzo de 1811, obra de Nicolás Tapia y Núñez de Rendón, una serie de fascículos aparecidos en Cádiz y que narran la sublevación del pueblo sevillano contra los franceses en mayo de 1808:

                <<Durante la antecedente operación no se había descuidado Ayús en arreglar cartuchos; pero concluida le dixo Tap pasase a la ventilla de Eritaña a unirse con Esquivel…>>

                Son numerosas las referencias en prensa a lo largo del XIX y XX, aunque por su belleza, me gustaría destacar éste, un maravilloso texto que aparece en La Época, de 1882:

                “Bécquer se olvidó de ella: verdad es que, si prefirió la de los Gatos para escenario del más melancólico de sus cuentos, fue porque cuadraba mal a su propósito la alegría que aquí reina. En esta venta es donde suenan mejor las cuerdas da la guitarra: aquí la caña es más limpia y trasparente, la manzanilla compite en color con el ámbar y las aceitunas con el de la esmeralda.
                Cuando se avecina el mes de Abril, aquí es donde embriaga más el olor del azahar de los naranjos y limoneros. Bajo estos emparrados, secos hoy, pero frondosos en la estación de las golondrinas, las horas resbalan tan apacibles como las aguas del rio vecino. Y en las noches de verano, en esas noches en que abrasad caliginoso vaho de la tierra y la atmósfera pesa como tapa de plomo, llegan aquí,—viajeras que se han extraviado en el camino las brisas del Océano; mueven las hojas de las parras, como pretendiendo despertarlas de su sueño; se arrastran por los suelos, como si la vergüenza las siguiera, y, sacando fuerzas de flaqueza, se hacen superiores á sí mismas y refrescan el ambiente, dando aliento á los cantadores, que se acompañan con la guitarra al entonar seguidillas jitanas y soleares: los cantes de las noches de verano en Andalucía.”

                La duda surgió, al leer en la página “manquepierda”, un diario de un equipo de fútbol de Sevilla, unas interesantísimas líneas escritas por Don Enrique Añino Cañal, donde revela que al menos, existieron dos ventas de Eritaña, muy cercanas en su ubicación, dice:

                “La “Venta Eritaña”  estaba situada en lo que hoy en día es el nº 1 de la calle Colombia con el chaflán de una tienda  que hace esquina con el nº 83 de la Avenida de la Borbolla-casa particular-propiedad de una aficionada sevillista; y finalmente en frente al kiosco de prensa “Eritaña”, y detrás de éste hacia el “Hotel Eritaña Palace” de los Marqueses de Angulo; después Casa Cuartel y actualmente la IV Comandancia de la Guardia Civil en Andalucía.
No confundir con la que estaba en tiempos de la Exposición Iberoamericana de Sevilla-1929, ésta abarcada el área comprendida entre el Prado de San Sebastián hasta la “Venta Eritaña”, ajardinada, adquirida por don Simeón Escabia, en donde se estableció la Sociedad Club Hispania, con un salón amplísimo con vistas a un Casino.”

                Tenemos, pues, una venta, la clásica, que aparece en casi todos los blogs y a la que estamos acostumbrados, que estaría ubicada en la esquina formada por Avda. de la Borbolla y calle Colombia. 
 
El número uno de Colombia sería la parte que están formando los setos de esta postal. La fachada principal, la Borbolla.

                Y la mejor que he podido ver, y que aparece en el foro cofrade “La Sevilla del ayer” y que dice:
<<“VENTA DE ERITAÑA”, bautizada así en honor del arroyo del mismo nombre y enclavada en lo que hoy serían los finales del Parque de María Luisa, una miaja pasada la Glorieta de México…>>


                Por otra parte, y si el Señor Añino está en lo cierto, la segunda, ambientada en un paraje frondoso y cuajado de jardines, señorial, majestuosa, a la usanza de la “Venta de Antequera”, por la existencia en su interior de pabellones – de los cuales existe una amplia y detallada explicación de formas, usos y autorías en la página de Julio Domínguez Arjona “La Sevilla que no vemos”, estaría situada en la Avenida de Eritaña, frente a "La casa rosa", entre la casa cuartel de la Guardia Civil y el Pabellón de Méjico. En esta postal podemos apreciar la situación exacta.

En esta ilustración de la Revista Blanco y Negro de 1921 podemos apreciar la Venta y al fondo la trasera del edificio del actual Museo Arqueológico de Sevilla

Aquí, también



Y una muestra de esos pabellones





José Luis Tirado Fernández




domingo, 29 de mayo de 2016

OIDO EN LA BARRA DEL BAR XIII


                Me compré una caña de lomo y me salió más dura que el carajo del Lele, fíjate que no hay manera de hincarle el cuchillo, estoy pensando en meterla unos días en agua…
***
                Señora, me da usted algo pa mi gallo… y la señora le endiñaba todos los días medio bollo, hasta que un día, le preguntó la buena señora: Hijo mío, tu gallo se estará poniendo hermoso… No señora, yo no tengo ningún gallo, yo lo que le digo siempre es que me dé usted algo pa´ migá yo…
***
                …y al día siguiente pasamos y la vieja nos llamó y nos dijo: Niños, ¿hoy no os metéis conmigo?
***
                Los peores no son los “cierrabares”, los más malos son los abrebares”, que son los que están esperando que abras por la mañana….
***
                …eso casi siempre; a veces el silencio es la mejor carta que se puede echar sobre el tapete, porque lo exige la jugada, sobre todo cuando las palabras se vuelven colmillos…
***
                …estaba en la calle Baños esperando el primer paso de las Siete Palabras y había unos costaleros esperando el relevo. Uno de ellos se quejaba del calor que hacía. Uno, desde atrás, le espetó: caló… caló… la que hace subío en un andamio, mi arma…
***

Suena el teléfono. ¡¡¡María, que ya ha acabado el juicio!!! El juez me ha dado a escoger entre dos mil euros o un mes de cárcel. Y contesta María: ¡Pues tú no lo dudes, Antonio, no seas tonto y coge el dinero!

José Luis Tirado Fernández

domingo, 10 de abril de 2016

QUEVEDILLAS DE FERIA



Que gocen la maravilla
los propios y los extraños,
que se rieguen este año
las calles con manzanilla,
que no se llame al engaño
el que intruso aquí se siente,
y ríase la gente.

Luzcan de cielo faroles
y a sus pies dorado albero;
en las paredes, romero
y abanicos de colores
entre capotes toreros;
que no decaiga el ambiente,
y ríase la gente.

Sea de Sevilla la feria
el rosal de las mujeres
y al corro de los placeres
sucumba la gente seria
y aparque sus quehaceres
para fecha más prudente,
y ríase la gente.

Y quien sepa la receta
exacta del rebujito,
que se la de a los mosquitos,
que el mal´ange en las casetas
ya pasa de lo prescrito
y raya en lo inconveniente,
y ríase la gente.

Y si la crisis notáis,
preferible es que gastéis
dinero que no tenéis
pero a crédito pagáis;
aquí, mejor que os dejéis
arrastrar por la corriente,

y ríase la gente.

José Luis Tirado Fernández

martes, 29 de marzo de 2016

PASÓ. ¿PASÓ?


                Pocas veces es tan palpable la existencia, tan nítida la sensación de vida. Estar agazapado entre el gentío, viendo, escuchando y oliendo lo que más te gusta, cerrando y abriendo los ojos para afirmarte en la certeza de lo que está pasando, o bien lanzado entre dos calles, una recién regada de cera, que aún sigue trasminando a mixtura de inciensos, que cierra sus balcones y avienta los pétalos del olvido, y otra que abre sus huecos y ofrece sus adoquines a los pies descalzos, las basas de las insignias y los gruesos zancos que sostienen la memoria, o bien sentado en un poyete, bebiendo a morro este vino irrepetible y dando grandes bocados a este pan de belleza que irremisiblemente, se agota.

Foto de José Luis Galván
                Este es el mar de las preguntas, y como todos los mares, ofrece sus puertos y sus calas, sus islas y sus tormentas. Las mejores respuestas se hallan en los cabos, donde reviran esos bajeles que se adornan de clavel y guardabrisas, o esos otros veleros de doce mástiles que dulcemente deslizan su casco entre sus aguas. Lo surcan también barcos fantasmas, llegados del futuro, y piratas mal encarados, hombres extraños que emergen de la profundidad de sus aguas, con los ojos tapados y los perniles recogidos, y pasean entre los marineros entorpeciendo su desfile. Donde hay gloria, suele haber también infierno, y las velas no son nada sin la soga.

Foto de José Luis Galván
                Aquí, la luz, la más autentica, se escancia en jarrillos de lata, y al atardecer, las paredes devuelven besos de amargura, de silencio. El amor envuelve lo que toca, y lo transforma; es buena hasta la muerte si se muere en su dulzura. Aquí, el cielo es de estrellas y el único farolillo es esa luna llena que se aleja pero que sin duda, volverá a estarlo. Su sala de conciertos, una calle sin final donde están prohibidos los instrumentos de cuerda. Esta es una casa sin paredes que consiente mucho pero no lo admite todo, un chasquido de dedos que dura una semana. Pollino, palmas, resucitó. Concluyente su sentencia.

Foto de José Luis Galván
                Cuesta trabajo asumir que pasó. ¿Pasó? Volver al tajo de lo cotidiano y ponerse a recordar. Acostarse cada noche intentando soñarla de nuevo. Rememorar otra vez el sonido del ultimo golpe de llamador, de la bisagra de la última puerta que se cierra, de la última oración. Y saber que entonces, todo estaba empezando.

José Luis Tirado Fernández

sábado, 19 de marzo de 2016

YO NO TENGO QUÉ CANTARTE


Te cantará la arpillera
que cruje entre los costales
y el capataz con su queja
cuando mande izquierda alante,
la luz del sol en tu cara
cuando salgas a la calle
y cantarán a tu paso
las inquietudes del aire
que agitan gozosamente
los aleteos de las aves.
El torno del alfarero,
la solera y los tejares,
clamor de voces flamencas
de la gente del Zurraque,
pero yo estaré en silencio,
en mi lugar, contemplándote,
sintiendo cómo me duele
cada gota de tu sangre,
y en el último suspiro
anhelando acompañarte,
pidiéndote que me esperes,
rogándote que me ames,
voy expirando contigo
sabiendo que llego tarde,
porque me faltan palabras
y no tengo qué cantarte.

Foto de José Montiel

José Luis Tirado Fernández


domingo, 13 de marzo de 2016

QUE LLEGUE

Llegue queda y sigilosa,
pero por favor, que llegue;
y que con su brillo entregue
a la ciudad su preciosa
esplendente y luminosa
semana de fantasía,
y que estalle la alegría
en el alma sevillana.
Que llegue ya esa semana,
¡que venga la luz del día!

Foto de José Luis Galván



José Luis Tirado Fernández

domingo, 6 de marzo de 2016

COPLAS DESDE MI MOTO



            A veces, en las idas y venidas de esta época, el trasiego de reuniones, pregones, saetas, en una ciudad agitada por sus propios pulsos y en la cual se me antoja imposible, como un hecho y no como una frase, desplazarse en coche a todo cuanto se produce, cual un Manuel Torre a lomos de su borrico, voy en mi burrita de cuatro tiempos, tarareando lo que a continuación voy a largar. 
            También, a veces, se me ocurre una idea, un giro, una letrilla, que apunto sin aparcar siquiera antes de entrar en el lugar, como el que me aconteció el pasado viernes:


El que mira y el que ve
son dos cositas distintas,
el que ve no se entretiene
y se entretiene el que mira.

            La usé como macho del martinete de una saeta por siguiriya que canté en el Lar Gallego, durante un pregón que pronunciaba un amigo mío y hermano de devoción, que por cierto con el frío acumulado en el trayecto, me costó mucho trabajo, pues la garganta parecía negarse a la obediencia debida. Era ésta, ya cantada en otros eventos y que compuse en los noventa, al misterio de las Siete Palabras:

Antes de que se abriera
el velo del templo,
quiso con siete palabras
escribir su testamento,
y puso mi Cristo sus ojos
en tu carita, Remedios.

            Lo curioso es que el sábado, en otro trayecto motorizado hacia un pregón que pronuncié para la Asociación de mujeres “Tres estaciones”, se me vino esta otra, que pienso aprovechar para algunos de los actos que me quedan, 

Ay, Señor de la Salud,
mírame, pare bendito,
quítame estas ducas negras,
que yo no las necesito.

            Y aunque sea un poco borde y/o irreverente, me resultó graciosa y ahí la dejo, y no descarto cantarla la semana próxima. Y en lo alto de la moto, también se me ocurrió una solearilla

No es por pudor ni vergüenza 
lo que esa mujer se tapa,
que debajo del vestío
van las costuras del alma.





José Luis Tirado Fernández



sábado, 6 de febrero de 2016

JOSELITO, VALLEJO Y LA HERMANDAD DE LOS GITANOS

                Se acercan fechas de recogimiento y meditación. Viene que ni pintada esta imagen que me hace llegar mi amigo Manuel Benítez, icono de una época, retrato fiel de las vivencias de los años cincuenta en la Sevilla cofrade, flamenca y tradicional.
                Como centro fundamental de la imagen, Nuestro Padre Jesús de la Salud, a sus pies, Joselito, en brazos de Pepe Benítez, padre de Manuel y propietario de la fruteria de la calle Regina; a la derecha del niño, junto a la vara, Manuel Moreno Torres, que fue Hermano Mayor de la Hermandad en  los años setenta, y abuelo del actual Teniente de Hermano Mayor, Carlos de Paz. Con gafas, a la izquierda de Pepe, el entonces Mayordomo, Don José Lérida.


                El acto trataba de la incorporación como hermano del pequeño artista, en aquellos años ídolo de multitudes, para lo cual se organizó una ceremonia de gran afluencia de espectadores, tanto de hermanos como de público.
                Se dice, se cuenta, aunque no hay constancia documental, que igualmente, un grupo de admiradores del chaval, organizó un festival en su honor en el cine Santa Catalina, de la calle Alhóndiga.
                Y se dice, y se cuenta, pero nadie puede demostrarlo, que Manuel Vallejo, poseedor entonces de la llave del cante, rechazó quince mil duros de la época por asistir, para ¿ofrecerle? ¿entregarle? ¿dedicarle? la llave al niño. No asistió, cuando estaba pasando gran penuria después de haber sido el más famoso y solicitado de los cantaores, como lo hicieron La Malena, Niño Gloria y tantos otros. A lo mejor fueron a buscarlo a su mesita del Bar Maravillas, donde solía sentarse todas las mañanas, pero no quiso ir. Y yo creo saber porqué.




José Luis Tirado Fernández

sábado, 30 de enero de 2016

GORDITO DE TRIANA

                En el blog del añorado trianero Pepe Huesca, podemos leer, sobre Gordito de Triana, el siguiente texto:

<<Lo conocía porque su familia vivía en el Puerto Camaronero, en la calle Gonzalo Segovia nº 24 y yo en el nº 21. Los vecinos de la calle lo conocíamos como “El Niño de la Aurora” porque así se llamaba su madre. Yo a la que más conocí fue a su hermana María, que se casó con “El Vinagre”, que era un marisquero que tenía mucho "ángel" con su canasto y todo vestido de blanco. María cuando paso el tiempo acompañaba en el Patio Andaluz a su hija que era bailaora “Marujita de Triana” ¡como una buena madre de artista!
Yo con el Gordito nos veíamos en la calle muchas veces y coincidíamos en muchas fiestas. También en “El Morapio” que no faltaba ni una noche con su grupo de artistas. También lo hacía en los pueblos porque hacía muchos bolos e iba con muy buena compañía.
Cuando se escuchaban sus fandangos porque se puso de moda, todo el mundo cantaba los fandangos de nuestro  trianero, al público y a los buenos aficionados les gustaba de la forma que lo hacía, y las letras que con tanto gusto él era quien la escribía con mucho sentimiento.
Yo presencié una noche en “El Morapio” a un matrimonio que acompañaba una joven, le dice el marido al Gordito: venimos de Cádiz porque mi mujer te quiere escuchar cantar unos fandangos ¡pero yo que quede claro que es ella la que tienes interés! Y le dijo  al guitarrista que era Antonio Sanlúcar ¡coge la sonata y vamos al cuarto con esta dama! Pero a Ud. no, le dijo al marido. Ud. puede ver desde la puerta. Gordito cantó casi todo su repertorio de fandangos ¡que eran muchos! y cuando terminó el marido le dice: niña toma la cartera y págale. Le contesto la mujer, ¡no! Me ha dicho que por venir desde “Caí” expresamente no me cobra nada y al guitarrista me lo paga él, y a tu marido que me parece que está un poco alegre que cuando este más tranquilo que si quiere escucharme que compre un disco. Esta gaditana se fue muy contenta y emocionada.
Estas cosas de Gordito y más solo lo hacía un gran cantaor como él, gran persona y buen amigo. Como final llevaba con orgullo su nombre artístico “Gordito de Triana”. El nombre de su barrio.>>



               
                Se trata de un blog de vivencias, y por lo tanto, esta es una de ellas; no aclaraba su nombre, ni su ascendencia; el único dato es que había vivido en el Puerto camaronero. Pero tampoco parece interesar mucho a los investigadores del flamenco, porque cuando uno consulta páginas de flamenco en internet en busca de algún dato sobre Gordito de Triana, aparece con el apellido “Alas”, como Clarín, en otros, he podido leer “Alias”, pero había algo que no me cuadraba.
                Sin embargo, hay dos libros que le atribuyen su verdadero nombre: “Manuel Mas Pacheco”. Guía del cante flamenco de Luis López Ruiz (se puede consultar en internet). Otro, Triana, la otra orilla del flamenco 1931-1970, de Ángel  Vela. En este último se hace reseña de un bar dedicado a Gordito, propiedad de un nieto suyo, en Triana. Pasé por allí.


                Animado, tras ver una entrada sobre Manuel en el blog “Flamenco en mi memoria”, del gran aficionado Andrés Raya, estuve, en compañía de mi amigo Pepe  Montiel, en el bar de la familia de Gordito; nos atendió una nieta suya, que creo que nos dejó, documentalmente,  muy cerca de donde estábamos.
                No sabía quién fue el padre de su abuelo, Manuel, y suerte que sabe sus apellidos porque ella los lleva, es hija de un hijo de Gordito y se llama Carmen Mas. Así que por lo menos la duda queda despejada y podemos establecer el nombre completo del artista: Manuel Mas Pacheco.
                Sabe, en cambio, que escribió –Manuel- más de 3.800 fandangos, aunque no me dio norte de quien puede tener esos escritos. Tiene colgados en la pared del establecimiento varios discos de los años sesenta y setenta, y fotos de su propia primera comunión, en 1975, donde Gordito está cantando. Me contó también que Gordito salió de Triana en los años setenta, como salimos todos, a unas casas refugio, hasta que compró un piso en el Polígono San Pablo, donde falleció. Vivió en la calle Betis, 3, en la misma casa donde había nacido Maria Jimenez.
                Carmen considera la dificultad del fandango de su abuelo y que se los pide a los cantaores que visitan el bar, pero que suelen negarse a cantarlos. Ella misma ha hablado de “fandango corto”, aunque ello no lo exime de la belleza tonal del mismo. Creo que hoy no lo hace nadie, que yo sepa.
                Comimos allí unos magníficos chipirones en salsa verde, y poco más puedo añadir. A lo mejor alguien algún día se mete en honduras y averigua datos para una biografía sobre Manuel. Creo que se la merece.
               A pesar de haber grabado otros cantes, dejamos aquí una muestra de ese fandango prodigioso por el que se le conoce:







José Luis Tirado Fernández


domingo, 10 de enero de 2016

LA MALENA TENÍA UN PUESTECILLO


                En el Instituto San Isidoro comenzaban las clases a las nueve. A las once había media hora de “recreo”, que los alumnos aprovechábamos para pasear por los alrededores y a veces prolongar esos treinta minutos en algunos más, perdiéndonos la clase siguiente o incluso dos, para volver  por la tarde en horario de cinco a siete. La entrada y salida del alumnado era por Cervantes, por una puerta que estaba junto a la capilla de San Pedro de Alcántara, de la Orden Tercera Franciscana, que junto a la iglesia, que sigue estando en pie, perteneció al convento de San Pedro de Alcántara, que fue destruido para edificar encima el citado instituto de enseñanza media, aún existente. Alrededor de 1970, esta capilla estuvo a punto de desaparecer por ruina. Ver:






UN PASEO EDIFICANTE

                Llegábamos a San Martín, donde había una tienda de ultramarinos en el rincón que hay a la salida de Delgado con la embocadura de Lerena, calle que recorríamos hasta la Europa. En la primera puerta a la izquierda entrando por Lerena siempre estaba asomada una mujer, de la cofradía de la carne, que cada vez que un coche pasaba tenía que meterse dentro porque apenas cabía.
                En la Europa recuerdo una lechería, un polvero, un club nocturno y en la esquina, el famosísimo y siempre en boca de los flamencos, aún abierto, Bar Siete Puertas, que en la época dorada del ambiente de la Alameda, fue restaurante con barra americana y reservados en la parte alta. Fueron épicas las juergas y las reuniones que se dieron en ese local, aunque a las horas que nosotros pasábamos era un bar corriente que servía desayunos y en el que algún rezagado de la madrugada cantaba algún fandango, en dependencia de lo que se hubiera gastado, ya que cuando interesaba al encargado, se aplicaba el decreto del letrerito, colgado, sí, en lugar bien visible, vamos, desde la calle. Como en todos los bares en esa época. Creo que entonces se produjo el trasvase del flamenco a otros ámbitos, opino que académicos.



Foto antigua. En el lugar donde está situado el fotógrafo, estaba una de las Siete Puertas, que daba a la parte de atrás de la Europa



                Luego, el edificio estuvo deshabitado y en ruinas hasta su rehabilitación.


 Significó una época de depresión de una zona tan flamenca y sin la que no se concibe la historia de la transmisión del patrimonio artístico: cante, baile, toque y declamación fundamental para el corpus actual del flamenco. Sin locales de flamenco, sin vecindario, sin prostitución y sin alegría, sirviendo incluso como aparcamiento en Semana Santa, la Alameda y su entorno permanecieron en la tristeza y la vergüenza del olvido municipal hasta que hace aproximadamente una década se acometió la reforma que le ha devuelto, a pesar de la fealdad de su farolas, su pavimento y la concepción del espacio urbano en semipeatonal, ni carne ni pescao, el ambiente y el alborozo multigeneracional, con una ingente proliferación de locales de hostelería –ninguno flamenco- tanto de copas, como de restauración o espectáculos.
                Los estudiantes buscábamos la contemplación generosa de la carne, en una época en la que el desnudo estaba prohibido incluso en obras de teatro, no existían revistas eróticas y la gente se iba en excursiones a Perpiñán para ver cine porno, en aquellas mujeres que, sentadas o a pie de “obra”, lanzaban besos al paso de los hombres, o se insinuaban bajándose el escote o subiéndose las faldas, hechos que a unos chavales de entre diez y dieciséis años les subían los índices del morbo a unos niveles insufribles. Para ello, subíamos por Niño perdido o Montalbán, entrando a veces por Cruz de la Tinaja, hasta la plaza de la Mata, solar del flamenco más sublime y dirección postal ineludible para aquellos que aspiraban a tocar el piano aleccionados por doña Eloísa.
                En ese recorrido, recuerdo algunos nombres de establecimientos hoy cerrados, como la Vaquita, tristemente recordada por los sucesos de 1973, en los que un cliente prendió fuego arrojando gasolina dentro del local, resultando muertas seis personas y heridas otras tres. También, al principio de Joaquin Costa, la cervecería Otero, el Gallo azul, las columnas, el Bar Seire, y en el cruce de Perismencheta y la Alameda, el Frasquito, un bar muy antiguo y muy grande.
                En la acera de enfrente, con una ruinosa casa de las Sirenas, llena de vegetación y gatos, también había casas de pecado, en Leonor Dávalos, donde llegamos a conocer el Zapico, ¡Sí, el Zapico! que cambió de nombre en 1971, y pasó llamarse “Conga”, del mismo propietario que el bar “Tres Reyes” de la calle Reyes Católicos, aunque allí actuase La Malena y otras figuras del flamenco, siempre fue un cabaret y sala de baile, al final fue hasta discoteca, de todo, miren este anuncio de agosto de dicho año:


Anuncios del diario ABC de Sevilla


PUESTOS DE CHUCHERIAS

                En la esquina del Frasquito, recuerdo uno donde vendían tres cigarrillo marca 1X2 por un duro. Eran de madera pintada en verde inglés, casi siempre era una mujer vieja la que estaba dentro. Este era muy bonito.



                En el blog SEVILLA DESAPARECIDA, de Rafael Medina, encuentro esta foto, con ese kiosco adosado a la pared y que recuerdo también, en aquellos paseos.



                   Sobre el mismo, un apunte de dicho blog:
sobre los kioscos tradicionales, el puesto conocido como el de "la sorda". Aún podía verse hará poco más de una década. Situado en la esquina de una casa actualmente un solitario solar en vías de su edificación, ese quiosco fue el extremo de la Alameda, la frontera entre la entonces llamada calle Doctor Letamendi junto a Amor de Dios. De solitarias tardes en los años setenta, ochenta, paseando por la Alameda, mirando al viejo y pequeño kiosco, recordado aún por muchos debido a la tela asfáltica que ocupaba el techo por la parte frontal. Los tiempos aquellos....

                La sorda… ¿Por qué parece inevitable en las vidas de aquellos flamencos legendarios ese final de drama y desamparo? ¿rasgos de una época? Hoy los artistas comen, y algunos se jubilan dignamente; me alegro del avance del flamenco en ese aspecto. Ese romanticismo de la fatalidad y del destino, del abandono y la borrachera, está bien para dibujar un tiempo, para argumentar una novela, pero es justo que si uno tiene un arte, y si el público paga por verle u oírle, tenga el pago justo para no verse en la miseria.

LA MALENA

                El desengaño es la pátina que convierte la inocencia de las miradas en la desconfianza que asalta a quien ya no cree en nada ni en nadie. Un final:



                Si la fecha de su muerte que ofrecen los blogs es cierta, Magdalena estuvo trabajando hasta la extenuación, pues en 1955 actuó, según el diario ABC



UNA LEYENDA

                Cuentan, pero nadie lo vivió, que  ochenta y tantos tenia, cuando Antonio el bailarín la abrazó en uno de los festivales de España para más tarde, encontrarla en la Alameda vendiendo chucherías en un puestecillo. El Pali, con su letra, parece así corroborarlo, en unas sevillanas en las que habla del puesto Vigil, de Escalera y Carabolso, de los trajes de flamenca de Las Pardales, de los Majarones… y de las Siete Puertas.

La Malena tenía, un puestecillo
Que vendía chucherías
Pa los chiquillos
Malena mía
Date una vueltecita
Por bulerías


José Luis Tirado Fernández

sábado, 2 de enero de 2016

VIENTOS ENEMIGOS


                En el autobús venia, más alegre y más contento que un pensionista que cobra su pensión del mes de enero, cuando reparé que al lado, por el aledaño izquierdo, se me aproximaba un tipo un poquito ancho de huesos que despacio  y sigiloso llegaba a ocupar su puesto, tanto que pensé que era nazareno del silencio, y como no estaba libre ninguno de los asientos, se agarró a la misma barra en que yo estaba sujeto.
                Todo bien, pero de pronto, escuché de sus adentros -cancioncilla taciturna premonitora del trueno que al terror pasa factura y al ayuno pide tiempo-, íntimos y familiares, unos soniquetes quedos; como a tripa me sonaron o a  tonos de vientre suelto, que cualquiera  sabe ahora si eran de hambre o de miedo.
                Lo mismo que el barco zarpa en busca de nuevo puerto, entre pitidos y flautas, adiós, panza, y adiós cuerpo, que voy a entregarle al aire lo que del aire me llevo, lo cierto es que aquel ciclón vino a abandonar su hueco y salió por la trasera de aquel hombre, sin quererlo, (supongo) pues vive Dios que liberando ese preso no le arrendó la ganancia a quienes cerca tuvieron que soportar el ataque brutal de aquel pozo ciego,  pues se le escapó un suspiro de lo más hondo del ciezo que bajó primero a tierra para después coger vuelo y remontar con la fuerza que embiste un torito negro, hendiendo las pituitarias de todos los viajeros.
                Y como servidor era el más cercano al terreno me llevé la mejor parte del furor de su veneno, y recibí una estocada que me entró por el costero cristalino y despejado de las nacles, para luego incrustarse en mis sentidos y amordazar mi cerebro como un abrupta maroma con nudos de marinero.
                Ni pensar claro podía, y respirar, mucho menos, por el riesgo de tragarme aquel fármaco tan denso, de fumarme aquel pitillo sin comerlo ni beberlo, que adormecía las ideas y oprimía el pensamiento, tampoco puedo explicar cómo pude estarme quieto y aguantar la puñalada el rato que pude hacerlo.
                Ya todos disimulaban de aquel acontecimiento eludiendo las miradas y haciéndose los discretos, como si no fuera cierta tan gran falta de respeto, aunque alguna que otra arcada se sintió, y algún mareo, que los que mejor fingían llevaban la cruz por dentro.
                Cuando al fin se presentía el declive del tormento se separaron las aguas otra vez, de aquel mar muerto, y la  fosa del diablo retornó al febril progreso, hundiendo su aguda espina en aquel ambiente tenso, recuperando su fuerza para irse a morir al centro de los ánimos, que andaban patinando por los suelos.
                Yo andaba en el paroxismo de un aturdimiento intenso, y antes de males mayores, decidí poner remedio e intenté ponerme a salvo antes de caerme muerto, así que opté por la fuerza de pagar billete nuevo y bajarme en la parada sin un destino concreto; como a la segunda carga no perdí el conocimiento, me volví, saqué el pañuelo y tapándome la boca le eché valor a mi empeño y caminé los tres pasos hasta la puerta de en medio, pulsé el botón, decidido, y el conductor frenó presto, pues también le habían llegado los rumores del siniestro, abriendo de par en par las tres puertas, por completo.
                Impetuoso salté, de aquel infierno salí, bien mis pulmones abrí y tranquilo respiré. ¡Oh, mañana de hermosura, oh, bendición de aire fresco, no me abandones, oxígeno, oh, gran regalo del cielo, que no me falte tu auxilio tu  fragancia y tu consuelo!
                Moraleja: si no quieres padecer este atropello, te aconsejo para ello:  no se te ocurra tomar un autobús en Sevilla y olvides la mascarilla que te ayude a respirar.


José Luis Tirado Fernández

2016



Dos mil dieciséis ya vino
y he recibido el consejo
de leerlo en un espejo
y ver el nombre divino.
Toma humilde su camino,
y no le pongas más trabas,
ni se te caigan las babas
o te asalte el desengaño,
el año bueno es el año
que te deja como estabas.

José Luis Tirado