En el Instituto San Isidoro
comenzaban las clases a las nueve. A las once había media hora de
“recreo”, que los alumnos aprovechábamos
para pasear por los alrededores y a veces prolongar esos treinta minutos en
algunos más, perdiéndonos la clase siguiente o incluso dos, para volver por la tarde en horario de cinco a siete. La
entrada y salida del alumnado era por Cervantes, por una puerta que estaba
junto a la capilla de San Pedro de Alcántara, de la Orden Tercera Franciscana,
que junto a la iglesia, que sigue estando en pie, perteneció al convento de San
Pedro de Alcántara, que fue destruido para edificar encima el citado instituto
de enseñanza media, aún existente. Alrededor de 1970, esta capilla estuvo a
punto de desaparecer por ruina. Ver:
UN PASEO EDIFICANTE
Llegábamos a San Martín, donde
había una tienda de ultramarinos en el rincón que hay a la salida de Delgado
con la embocadura de Lerena, calle que recorríamos hasta la Europa. En la
primera puerta a la izquierda entrando por Lerena siempre estaba asomada una
mujer, de la cofradía de la carne, que cada vez que un coche pasaba tenía que
meterse dentro porque apenas cabía.
En la Europa recuerdo una
lechería, un polvero, un club nocturno y en la esquina, el famosísimo y siempre
en boca de los flamencos, aún abierto, Bar Siete Puertas, que en la época
dorada del ambiente de la Alameda, fue restaurante con barra americana y
reservados en la parte alta. Fueron épicas las juergas y las reuniones que se
dieron en ese local, aunque a las horas que nosotros pasábamos era un bar
corriente que servía desayunos y en el que algún rezagado de la madrugada
cantaba algún fandango, en dependencia de lo que se hubiera gastado, ya que
cuando interesaba al encargado, se aplicaba el decreto del letrerito, colgado,
sí, en lugar bien visible, vamos, desde la calle. Como en todos los bares en
esa época. Creo que entonces se produjo el trasvase del flamenco a otros
ámbitos, opino que académicos.
Foto antigua. En el lugar donde está situado el fotógrafo, estaba una de las Siete Puertas, que daba a la parte de atrás de la Europa |
Luego, el edificio estuvo
deshabitado y en ruinas hasta su rehabilitación.
Significó una época de
depresión de una zona tan flamenca y sin la que no se concibe la historia de la
transmisión del patrimonio artístico: cante, baile, toque y declamación
fundamental para el corpus actual del flamenco. Sin locales de flamenco, sin
vecindario, sin prostitución y sin alegría, sirviendo incluso como aparcamiento
en Semana Santa, la Alameda y su entorno permanecieron en la tristeza y la
vergüenza del olvido municipal hasta que hace aproximadamente una década se
acometió la reforma que le ha devuelto, a pesar de la fealdad de su farolas, su
pavimento y la concepción del espacio urbano en semipeatonal, ni carne ni
pescao, el ambiente y el alborozo multigeneracional, con una ingente proliferación
de locales de hostelería –ninguno flamenco- tanto de copas, como de
restauración o espectáculos.
Los estudiantes buscábamos la
contemplación generosa de la carne, en una época en la que el desnudo estaba
prohibido incluso en obras de teatro, no existían revistas eróticas y la gente
se iba en excursiones a Perpiñán para ver cine porno, en aquellas mujeres que,
sentadas o a pie de “obra”, lanzaban besos al paso de los hombres, o se
insinuaban bajándose el escote o subiéndose las faldas, hechos que a unos
chavales de entre diez y dieciséis años les subían los índices del morbo a unos
niveles insufribles. Para ello, subíamos por Niño perdido o Montalbán, entrando
a veces por Cruz de la Tinaja, hasta la plaza de la Mata, solar del flamenco
más sublime y dirección postal ineludible para aquellos que aspiraban a tocar
el piano aleccionados por doña Eloísa.
En ese recorrido, recuerdo
algunos nombres de establecimientos hoy cerrados, como la Vaquita, tristemente
recordada por los sucesos de 1973, en los que un cliente prendió fuego arrojando
gasolina dentro del local, resultando muertas seis personas y heridas otras
tres. También, al principio de Joaquin Costa, la cervecería Otero, el Gallo
azul, las columnas, el Bar Seire, y en el cruce de Perismencheta y la Alameda,
el Frasquito, un bar muy antiguo y muy grande.
En la acera de enfrente, con una
ruinosa casa de las Sirenas, llena de vegetación y gatos, también había casas
de pecado, en Leonor Dávalos, donde llegamos a conocer el Zapico, ¡Sí, el
Zapico! que cambió de nombre en 1971, y pasó llamarse “Conga”, del mismo
propietario que el bar “Tres Reyes” de la calle Reyes Católicos, aunque allí
actuase La Malena y otras figuras del flamenco, siempre fue un cabaret y sala
de baile, al final fue hasta discoteca, de todo, miren este anuncio de agosto de dicho año:
Anuncios del diario ABC de Sevilla |
PUESTOS DE CHUCHERIAS
En la esquina del Frasquito,
recuerdo uno donde vendían tres cigarrillo marca 1X2 por un duro. Eran de
madera pintada en verde inglés, casi siempre era una mujer vieja la que estaba
dentro. Este era muy bonito.
En el blog SEVILLA DESAPARECIDA,
de Rafael Medina, encuentro esta foto, con ese kiosco adosado a la pared y que
recuerdo también, en aquellos paseos.
Sobre
el mismo, un apunte de dicho blog:
sobre los kioscos
tradicionales, el puesto conocido como el de "la sorda". Aún podía
verse hará poco más de una década. Situado en la esquina de una casa
actualmente un solitario solar en vías de su edificación, ese quiosco fue el
extremo de la Alameda, la frontera entre la entonces llamada calle Doctor
Letamendi junto a Amor de Dios. De solitarias tardes en los años setenta,
ochenta, paseando por la Alameda, mirando al viejo y pequeño kiosco, recordado
aún por muchos debido a la tela asfáltica que ocupaba el techo por la parte
frontal. Los tiempos aquellos....
La sorda… ¿Por qué parece
inevitable en las vidas de aquellos flamencos legendarios ese final de drama y
desamparo? ¿rasgos de una época? Hoy los artistas comen, y algunos se jubilan
dignamente; me alegro del avance del flamenco en ese aspecto. Ese romanticismo de
la fatalidad y del destino, del abandono y la borrachera, está bien para
dibujar un tiempo, para argumentar una novela, pero es justo que si uno tiene
un arte, y si el público paga por verle u oírle, tenga el pago justo para no
verse en la miseria.
LA
MALENA
El desengaño es la pátina que
convierte la inocencia de las miradas en la desconfianza que asalta a quien ya
no cree en nada ni en nadie. Un final:
Si
la fecha de su muerte que ofrecen los blogs es cierta, Magdalena estuvo
trabajando hasta la extenuación, pues en 1955 actuó, según el diario ABC
UNA LEYENDA
Cuentan, pero nadie lo vivió,
que ochenta y tantos tenia, cuando
Antonio el bailarín la abrazó en uno de los festivales de España para más
tarde, encontrarla en la Alameda vendiendo chucherías en un puestecillo. El
Pali, con su letra, parece así corroborarlo, en unas sevillanas en las que habla
del puesto Vigil, de Escalera y Carabolso, de los trajes de flamenca de Las Pardales,
de los Majarones… y de las Siete Puertas.
La Malena
tenía, un puestecillo
Que vendía
chucherías
Pa los
chiquillos
Malena mía
Date una
vueltecita
Por
bulerías
José
Luis Tirado Fernández
Preciosidad de artículo, Apúntese un 10, amigo José Luis.
ResponderEliminarSevilla y el arte están en deuda contigo. Tu propia satisfacción al dedicarle tu tiempo , tus conocimientos y tu sensibilidad son el mejor premio que puedas conseguir
ResponderEliminarAl escribir, al indagar, al rebuscar en los baúles y rincones más ocultos tú disfrutas , porque sabes que detrás ,esperando estamos los que te queremos y valoramos
Genial, José Luis. Te agradezco infinito esta entrada, absolutamente impagable. Es admirable tu capacidad y dedicación e investigación para ofrecernos estos magnificos resultados.
Eliminar¡Olé!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs muy notoria tu afición por el flamenco y todo lo concerniente a Sevilla, en este artículo fraccionado lo demuestras. Además, sé que cuando no estás seguro de un dato, no lo llegas a plasmar hasta que te cercioras de ello y lo contrastas. Magnífica tu labor de recuperar de la amnesia a tantos personajes olvidados. Gracias.
ResponderEliminarAquí estoy otra vez, miarma. He recordado que en mi casa de la calle Feria, 185, donde viví hasta jovencita, en el piso bajo izquierda, estaba la Academia de Baile del mMestro Carito. De allí me tenían que sacar con "lazo", me encantaba estar allí. Recuerdo que hablaban de primeras figuras del cante y baile flamenco, entre ellas, La Malena. Eran personas que ya peinaban canas y yo "pegaba la oreja", caía bien al maestro y me dejaba asistir a las clases y ensayos. Allí ví, siendo un comino ensayar a Carmen Carreras, ya más que una promesa del baile...¡Qué de recuerdos de infancia me vienen ahora, gracias por esto!
ResponderEliminarAfectuosamente.
es indiscutible el cariño que le tienes al flamenco y aquella Sevilla que te vio crecer.la mano derecha pongo en el fuego que tú la alameda no la hubieras echo igual. le habrías puestos mas arboles y menos ladrillos, de eso estoy seguro. pero por suerte o por desgracia, la ciudad es un ser vivo y va transformandose, nos guste más o menos. solo nos queda la resignación y tus articulo de recuerdo.
ResponderEliminarHago mias las palabras de Concha Migorance,que entrada más emotiva y evocadora. recuerdo que en la Alameda en la parte de la izquierda,si teponías en la acera de las 7 puertas, había un cafe donde mi tio, que era jefe de estación, me llevaba a merendar el me decia que se lllamaba de la renfe, o algo así, un abrazo
ResponderEliminarSevilla y el arte están en deuda contigo. Tu propia satisfacción al dedicarle tu tiempo, tus conocimientos y tu sensibilidad son el mejor premio que puedas conseguir.
ResponderEliminarAl escribir, al indagar, al rebuscar en los baúles y rincones más ocultos, tú disfrutas porque sabes que detrás,esperando estamos los que te queremos y valoramos... Y ya na más que falta ¡¡¡Ole y ole!!!
Es todo un tesoro recuperar estas magníficas fotografías y adentrarnos con ellas en la historia que concierne en ese tiempo y espacio de Sevilla. Y un aderezo extraordinario la aportación de los comentaristas. Ha sido un placer leerte.
ResponderEliminarSaludos.
que maravilla de artículo. Óle.
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