El flamenco es un arte y pertenece a los artistas. Lo demás, es un exudado de su propia condición.

lunes, 13 de abril de 2015

ANTES DE QUE MUERA EL ECO


                Conocí un tiempo en el que las hermandades pagaban las saetas. Hoy, en una triste minoría, algunas siguen haciéndolo, sin atender al espíritu de su naturaleza, la médula misma de su razón de ser: una oración que se canta. Hay algunas variantes, dignas de estudio, en un fenómeno que prolifera en la actualidad: las saetas de aficionados que igual en la calle, a las Sagradas imágenes que procesionan en los pasos, que en eventos cofrades –en los cuales participo y a cuyo género he dado en llamar  “saeta de salón”-, en los que habitualmente se canta a un cuadro, cartel,  o excepcionalmente a una imagen tridimensional de Jesucristo nuestro Señor o su Santísima Madre, dan lo mejor de sí mismos con la voluntad del mundo, pero que en ocasiones nos ofrecen estrafalarios, pintorescos y patéticos intentos por ensalzar a Dios con el cante.
                En la calle, la caridad de las bandas de música que interrumpen esos esperpentos, nos alivia, excepto cuando la hermandad tal es de silencio, caso de la Soledad de San Lorenzo, la cual recibe a la entrada de la Virgen un aluvión de oraciones que se mezclan, las de pago, muy dignas y bien ejecutadas, y las de aficionados, con muchas ganas. En los salones, el público asistente, cada vez más estoico y más escaso, se traga lo que le echen.
                Otro fenómeno es el de los chavales de “La copla” que se han arrimado a la cuestión y que son celebrados por el respetable que les reconoce cuando cantan, por haberlos visto a través de la caja tonta.  Me han contado de uno del programa que le cantó a un crucificado y fue abucheado. “Porque tengo los pies clavados, que si no…” debió pensar el Cristo.
                En todos los casos, profesionales, que generalmente lo hacen bien, los aficionados, buenos y malos, y los copleros de Canal Sur, la saeta se ha hecho demasiado ampulosa, quizá recargada y de una duración insoportable. Entre todos la mataron y ella sola se murió, podremos contar un día si antes nadie lo dice o entre todos hacemos algo. Que una saeta de Torres o de la Niña de los Peines duraba un minuto, carajo, y la de Manuel Cuevas, magnífico, insuperable, fantástico, que rompió la madrugada y todo eso, pero duró cuatro y medio. Y el nombre, SAETA, nos conduce a su primitiva intención, un dardo que surca la noche e impacta en la misericordia de aquel que perdona siempre. Breve, eficaz, donde es el sentimiento la primera intención, por delante de la técnica, el talento, la calidad de la letra o la voz.
                Nuestra Semana Santa, y no sólo la saeta, se ha subido al carro del “citius, altius, fortius” olímpico y no deja de ofrecernos nuevos registros, tanto de chicotás, sólos de corneta, rumbitas de Los Chunguitos a tiempo de marcha, costaleros con los ojos tapados y  saetas con machos redoblaos.
                Estoy deseando que llegue la Semana Santa próxima. No puedo dejar de aportar mis humildes, como siempre, opiniones. Porque así la siento, porque la he mamado, porque la amo, porque la he vivido, porque he crecido a su sombra. Porque he escuchado una jartá de saetas.
Y porque este año me ha dado la vena crítica.


José Luis Tirado Fernández

4 comentarios:

  1. Recuerdo aquellas sevillanas de El Pali en las que hablaba de las cosas que en Sevilla se perdieron. No decía nada de las saetas, quizás aún no se habían malogrado del todo.
    Meritoria es la labor emprendida por la Hermandad de la Sagrada Cena en aras de recuperar este palo, paro se me antoja insuficiente. Tal vez tengamos que retomar nuestros pasos y dirigirlos hacia los pueblos de nuestra provincia -Marchena, Arahal, Alcalá...- para tratar de rememorar lo que en Sevilla se disfrutaba y cada día es más difícil de oír.

    ResponderEliminar
  2. una vena crítica que no se puede perder, porque llevas toda la razón con respecto a la saeta y no es que yo entienda mucho pero mipadre que era un ena morado de la saeta, ma aficionó a ella y ¡¡vaya birria de saetas que se han escuchado este año!! te pido por favor que no te calles un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Me alegro que te haya salido hoy esa vena crítica, porque tu artículo es magnífico y lo comparto en su totalidad, aunque hace dos años que no escucho una saeta.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Enhorabuena a José Luis, por esta puntualización saetera y de todos los temas que aborda.
    Es cierto cuanto comenta y recordamos cuando de joven escuchábamos una saeta llena de religiosidad, directa como un “dardo”.
    De todas formas, habrá que pensar que estas muestras de “oración” permanecen vivas a pesar de los artificios al ejecutarlas. Sin admitir ni justificar cuanto ocurre, pueden ser explosiones de fe; pero por otro lado las tradiciones religiosas muertas no las producen.

    ResponderEliminar