El flamenco es un arte y pertenece a los artistas. Lo demás, es un exudado de su propia condición.

lunes, 24 de marzo de 2025

EL GERMEN DE LOS CAGANCHO


DIEGO MARIANO RODRIGUEZ

Este Diego Mariano, casado con Ana María Camacho, nacidos ambos a mediados del XVIII, son los más antiguos ascendientes y hasta ahora sin más información, de esta saga de artistas trianeros.

Diego y Ana tuvieron dos hijos que se sepa, llamados Miguel Juan y Vicente. Miguel Juan estaba casado con María de los Santos Flores de la Rosa (1) y de dicho matrimonio nacieron tres hijos conocidos.

Juan Rodríguez Flores (1789) (a) El Gallego, conocido por aparecer en el relato de 1841 “Un bautizo de gitanos” Pueden seguir aquí la historia (enlace)

-Francisco Rodríguez Flores (1793)

-Manuel Rodríguez Flores (1795). Padre de Tío Antonio Cagancho

 

MANUEL VICENTE LUTGARDO RODRIGUEZ FLORES

Nació en Triana el 5 de abril de 1798 y tuvo por madrina a Antonia Jiménez. Su primer matrimonio, con Rita Ramona Moreno, se produjo el 25 de septiembre de 1818 en la Real Parroquia de los trianeros. 

En su expediente matrimonial, su padre, Miguel Rodríguez comparece para otorgar su licencia y consentimiento. Además comparecen como testigos Francisco Moreno y su esposa Luisa de Flores y Juan el Gallego y su esposa Isabel Montenegro. Ninguno de los cinco firman, por no saber.

Manuel tenía veinte años.

RITA RAMONA MORENO VARGAS

Esposa de Manuel Rodríguez Flores, madre por tanto de Tío Antonio Cagancho, hija de Juan Moreno y Juana Vargas, nació en Triana el , inscrita como Rita Ramona María del Rosario Francisca de Paula, nació el uno de septiembre de 1795 y fueron sus padrinos de bautismo Juan Filigrana Navarro y María Candelaria Lérida Arjona, matrimonio y vecinos de Triana.

 En el expediente, y siguiendo la fórmula de aquel tiempo, en sus términos, y entre otras cosas, Rita hacía juramento de 

“...que no es ni ha sido casada, hecho voto de castidad ni de religión ni ha dado palabra de casamiento sino a Manuel Rodríguez, a quien se la quiere hacer cumplir de su voluntad...”

 

De ella, habla Luis Vázquez Morilla en su libro “Silverio Franconetti y los Fillos” haciendo alusión al bautismo de un hijo de Antonio el Fillo. Alejandro, en estos términos:

Rita Moreno, la gitana que aquel día vistió al crío y lo sostuvo durante la ceremonia del Sacramento Bautismal, convirtiéndose desde aquella jornada en comadre de Alejandra y Antonio, era la esposa de Manuel Rodríguez Flores - hermano de Juan el Gallego- y madre de Antonio Rodríguez Moreno, el célebre Antonio Cagancho

 

Comete un error Luis Vázquez, ya que Rita Ramona Moreno Vargas debió morir entre 1821 -fecha de nacimiento de su último hijo, Antonio- y 1824, año en el que su viudo Manuel casó en segundas nupcias con María Dolores Velázquez Filigrana y tuvieron su primer retoño, hermana de padre de Antonio Cagancho, que se bautizó como Josefa Rodriguez Velázquez. 

El año de nacimiento de Alejandro (1834) Manuel y María Dolores ya eran padres de cuatro hijos. Su madrina de bautismo debió ser otra llamada igualmente Rita Moreno.

 

Seguiremos en esta historia larga y profusa en documentación, como para un libro, discerniendo en primer lugar el segundo matrimonio de Manuel Rodriguez Flores, el momento en el que se empezó a utilizar el apodo “Cagancho” y su explicación lógica, y otras historias del barrio más universal.

 

(1)Inscrita en otros legajos como Rojas o Roxas.


José Luis Tirado Fernández

jueves, 27 de febrero de 2025

DE TRIANA AL POLIGONO


La casita donde yo habitaba 

como era de polvito y arena 

el vientecito se la llevaba

Los que hemos nacido en la época justa para haber vivido los coletazos finales del arte de los corrales trianeros y a la vez haber podido comprobar la evolución de los trianeros llevados a habitar barriadas tan lejanas a Triana, somos testigos de toda una revolución, si bien no inherente al flamenco, si a la forma de vida y convivencia de la gente que abandonaron su barrio y fueron llevados a pequeñas casas o pisos, donde se alejaron de sus vecinos, considerados familia solidaria en momentos malos, y donde adquirieron, porqué no, una mejora de su calidad de vida en lo que respecta a habitabilidad, ya que aquellas habitaciones donde podían llegar a dormir tres generaciones a la vez, no eran el mejor sitio aunque se hallaran en el barrio más famoso del mundo, el de más arte, de más solera, con más buena gente, pero también con un índice superior de pobreza. En mi caso, con retretes comunes a los que mi abuela no me dejaba ir, porque había ratas como borricos. Me ponía en la sala un cubo con agua donde hacia mis necesidades y luego ella iba a vaciarlo. El pilón de agua, donde se hacían los fregados y se cogía agua, era el sitio donde estaba el único grifo de todo el corral. Los lavaderos también eran compartidos, y allí discutían las mujeres mientras hacían la colada, y donde también se solía escuchar algún cantecito, alguna copla, o una vueltecita por tangos.

Estos apuntes de aquella vida, en casas donde se producían derrumbes o  caídas de tejas frecuentemente, y donde nacía una higuera por accidente en la cornisa de la azotea,  podrían hacerse extensivos también al barrio de San Julián, formidable núcleo de viviendas de familias humildes y que sufrió una transformación brutal en poco menos de diez años. Recuerdo Baturone y a su alrededor los grandes solares que habían dejado los derribos, que incluso fueron utilizados en mi niñez para ubicar un pequeño parque de atracciones, hasta que empezaron las obras que conformaron las calles Corinto y Aceituno tal como hoy podemos verlas. O a la Macarena y su arrabal, donde nacieron El Pinto y Vallejo, también cuajada de este tipo de viviendas, y, en general, toda Sevilla, San Bernardo, las puertas históricas, la Calzada, el centro, la Alameda…

De allí, de sus casas, sacaron a tantos sevillanos que me resulta difícil entender cómo alguien nacido en esta urbe no tiene ningún familiar afectado por aquella diáspora. El término no es una cursilada, se trata de un inmenso movimiento de familias a las cuales llevaron a vivir a sitios muy distantes de donde habían nacido y crecido, donde habían amado y procreado, donde habían aprendido a cantar o a bailar, a tocar la guitarra, a recitar. Comenzó a mediados de los sesenta y su final vino a coincidir con la época de la reforma democrática; la muerte del dictador (1975), a la que curiosamente, y aunque no sea razonable ni ético justificar ese sistema de gobierno en el que se obliga a pensar de manera uniforme a todos los seres humanos, se puede anotar como tanto a su favor, la construcción de tantos y tantos pisos como se entregaron a trabajadores de bajos ingresos y poco -por tanto- poder adquisitivo, a los que se ofreció la posibilidad de adquirir una vivienda, pisos en su mayor parte, pagando módicas cantidades mensuales y haciendo un pago inicial de una entrada asequible.

Mientras se construían aquellos pisos, todo el Polígono Norte, las Tres Mil, las nuevas zonas de San Pablo, etc., había que alojarles en algún sitio. Para ello se inventaron los “refugios”, lugares provisionales y fabricados a toda prisa, y que luego fueron destruidos y asolados. Sobre algunos se edificaron pisos de lujo, y en uno muy significativo que recuerdo, se levantó un ambulatorio, el de Maria Auxiliadora, que anteriormente había sido cochera de los tranvías de Sevilla, en cuyo viejo y vetusto edificio de ladrillo visto, y haciendo unas separaciones algunas veces con mantas entre las infraviviendas, se alojaron muchos sevillanos. También les llevaron a sitios como La Corchuela –yo viví allí-, también hoy asolado refugio para los desalojos por ruina o desahucios de aquellos entrañables patios de brocales y macetas, un lugar de casitas sencillas, con patio interior compartido con otros tres vecinos y con agua de pozo en los grifos, aunque el Ayuntamiento acarreaba a diario agua potable a unos depósitos situados en el centro del poblado, de donde se aprovisionaba las familias.

Calle de la Corchuela

Anterior y efímero, el refugio de “Los Merinales” acogió también a algunos habitantes de patios, cuya anécdota más significativa es que había sido un campo de concentración y lugar de dormitorios de los presos republicanos que construyeron el canal del bajo Guadalquivir, conocido entre nosotros por el “canal de los presos”. Recuerdo los barracones, divididos por tabiques que conformaban las viviendas, que se reducían a una sala y un dormitorio interior sin ventanas, con luz pero sin agua corriente, y la antigua capilla del campamento, junto a la fuente del agua, hoy también desaparecida, con una imagen de la Virgen.

José Luis Tirado Fernández 




lunes, 3 de febrero de 2025

BERRINCHE: EL EXPEDIENTE

 

TABERNA BERRINCHE


El Titanic se había hundido hacía dieciocho días. En este caso, los trianeros tuvimos más suerte, ya que no hubo esa cantidad de fallecidos. Sólo uno, como veremos más adelante, aunque fueron veintiuno los heridos. El jueves dos de mayo de 1912, un tranvía descarriló viniendo del puente y al girar hacia San Jorge, casi entra en una taberna que entonces existía allí, llamada “Berrinche”. El diario Sevilla informaba el viernes 3, con dos reseñas. Una, más amplia.



Extraño suceso el de Don Francisco Sala Pastor, que viajaba en la plataforma y viéndoselas venir, se arrojó del tranvía en pleno Altozano, sufriendo lesiones. Se levantó y se fue andando, suponemos, hasta la plaza de San Francisco, para que le atendieran. ¿Por qué no fue a la casa de Socorro de Triana, que estaba más cerca?



En principio se culpó del accidente al conductor del tranvía, Mariano Medina Raso, aunque no se confirma el hecho en el Diario de Sevilla del día siguiente. En sus declaraciones, argumentaba que falló el freno y que dada la velocidad adquirida al bajar el puente, no pudo controlar la dirección que debió seguir el tranvía. Gritó al cobrador, Enrique Casares Pérez,  por si podía desenganchar la conexión al cable de la corriente, pero tampoco fue posible. En la prensa madrileña, tuvo repercusión.





BERRINCHE

Se trata de un novillero hasta ahora no identificado, ya que hasta tres “Berrinches” constan en las enciclopedias taurinas, entre torero, banderillero y picador. Este que nos ocupa, dueño del negocio y a quien D. Ángel Vela nombra como José Sánchez, aunque resulta imposible su datación más allá de un José Sánchez que en 1913 habitaba en Altozano 14, o esta reseña de “The kon leche”, una revista taurina de lo más surrealista.



ILUSTRES HERIDOS

Entre los heridos en el accidente se encontraban dos nietas del Fillo, Aurora Bermúdez Ortega, Aguasanta Bermúdez Ortega y su marido, José Lérida Moreno; Ángel Rodríguez Ortiz y Ángel  Rodríguez Garrido, padre e hijo de la calle Castilla; un guardia civil, Antonio de Coll Pérez, y hasta un concejal, D. Manuel Montero Asquith. 




El cobrador, Enrique Casares Pérez, también herido, fue atendido en la casa de Socorro de Triana. Aparece en la siguiente foto, rodeado de gente. Suponemos que en aquella época las curaciones debían de ser públicas…

Hubo un fallecido, a los quince días del accidente, según reseña del Diario La Vanguardia, Rafael Casañas Diaz, vecino de la calle San Jacinto, que dejó viuda y siete hijos.


Josë Luis Tirado Fernández