Dorado satén que huye
del arrabal de tu cuello,
del mate de la cintura,
del resplandor de los senos.
Intentando deslizarse
de los hechizos del cuerpo,
soltando va las amarras
para posarse en el suelo.
Hermosa casualidad,
dulce lienzo desvelado,
qué evidente realidad.
Parece dejar sentado
que lo desnudo es verdad
y posible lo soñado.
José Luis Tirado Fernández
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