El Teatro San Fernando
Cuando mi abuela me llevaba de paseo al centro, era habitual y casi costumbre, hacerlo por la acera derecha de la calle Tetuán, en dirección a la Plaza Nueva. Pasados el estanco y la farmacia, que creo que ya estaban allí cuando vino Julio César, atravesábamos la acera de Muñoz Olivé y a continuación venían las carteleras del teatro. Se alternaban las funciones de teatro con sesiones de cine, y siempre estaba cubierto de grandes lienzos pintados con los motivos del espectáculo que en ese momento se estaba representando. Tenía un amplio recibidor muy alto de techumbre de elaboradísimos yesos y molduras, y adornado con cuadros, muy iluminado y amueblado en sus testeros de butacas y sofás para hacer más grata la espera de los espectadores. Y un piano, al que todos los niños que entrabamos en aquel hall, irremediablemente, nos íbamos directos, aporreando con los dedos sus teclas, esperando que surgiera de allí el sonido mágico de sus notas. Lo que salía era un bofetón y una regañina… ¡niño…! ¿Sería en aquel piano donde Adelita se enamoró del arte de la música? Porque había nacido, curiosamente, en un camerino de aquel teatro, en el que creció. Ella, en tono saleroso, dice: “Me crié como el fantasma de la ópera, entre bastidores, jugaba en el escenario, así nació mi vocación”.
El teatro San Fernando en plena demolición. Un atentado a la cultura y al pueblo sevillano |
Aquel rótulo en añil
Comenzó estudios de baile con el maestro Pericet, que daba sus clases en la casa de los artistas, y que los que tenemos cierta edad recordamos por su rótulo, y luego inició sus estudios musicales en el conservatorio superior de Sevilla, comenzando a dar clases con doce años. A lo largo de su vida, al final de la entrada veremos una exhaustiva lista de las más afamadas artistas a las que ha enseñado, ha dado clases a la inmensa mayoría de los artistas que han triunfado en flamenco o en la copla, algo tiene el agua cuando la bendicen. Lo extraño es que un artista consagrado en estos géneros no haya estado en su academia.
LA CASA DE LOS ARTISTAS |
En el flamenco, sus aportaciones han sido fundamentales para la danza, ejemplo de Cristina Hoyos, quien mantiene una viva relación de amistad y cariño con ella. Sus opiniones en materia de arte, y que leí en una entrevista de Mario Niebla del Toro, impagables:
“Se puede ser artista aunque no se cante muy bien y se puede cantar muy bien y no ser artista. El artista hay que llevarlo dentro, sentirlo y estar enamorada del arte. Hay muchos que cantan muy bien y no son artistas, aunque se pongan en un escenario. Hay otras que cantan menos y son artistas. Esa es la diferencia, para mí. Es mi opinión particular, sin molestar a nadie.” Hasta opinando enseña.
Adelita con Rocio Jurado |
Aquella noche
Un matrimonio amigo, componentes de una asociación en la que fui invitado a hacer una conferencia, se empeñaron en que mi mujer y yo fuéramos a casa de Adelita un viernes por la noche, prometiéndonos una agradable velada. No lo sabían ellos bien; me refiero a cómo se nos colmó el gusto. Llegamos. Nos recibió un atento admirador de la pianista, uno de tantos como se congregan en su casa para disfrutar de su arte y de los que allí se dan cita. Lo comparten todo, cada uno hace una aportación gastronómica o lleva un botellita, buen vino, buenas viandas, buena gente.
Hay muchos asientos; los sitios cercanos al piano donde Adelita se entrega están siempre ocupados, por lo que la gente suele presentarse pronto y coger su puesto. No fue nuestro caso. Se sienta frente al espejo, el gran espejo testigo de tantos momentos de gloria, un cenicero en un extremo del teclado, sobre las mismas teclas, quiero decir; un vaso en el otro. Y sus manos. ¡Cómo recorren esos dedos aquella superficie en blanco y negro! Las paredes están llenas de cuadros de los artistas que han pasado por aquel salón, pequeño según mi criterio, para tan gran celebridad. Alrededor de las paredes, bancos, sillas, sillones, en fin, muchos asientos para tal cantidad de asistentes. Y aquella cerámica trianera enmarcada en forja pidiendo silencio, tanta gente, el agobio del calor, pero los sentimientos lo justificaban todo, absolutamente todo.
Los artistas, debo decir que allí son más del noventa por ciento de la concurrencia, se van sucediendo en la interpretación. Uno va, otro viene. Se acercan al piano, le dicen lo que van a cantar, y ella asiente con la cabeza. No hace falta nada más; sale tocando y le da la salida con un gesto a quien le toca. Había verdaderos artistas, magníficos trovadores, voces excelentes, niñas que actualmente tiene en periodo de aprendizaje y que bien hubieran pasado por profesionales. También frecuentan su casa poetas y rapsodas. Los versos del “Gitano de Oro” hacen las delicias de los congregantes, y a veces solicitan sus rimas para acompañar algún cante. Ella parece no cansarse nunca, va acompañando a uno, a otro, a diez, a veinte, a cincuenta, sin moverse del piano. Cuando uno acaba su copla, recibe aplausos y hasta ovaciones, y cuando gusta especialmente, le corean: ¡artista, artista!
La señora que nos acompañaba, se dirigía frecuentemente a ella, le hablaba y señalaba hacia mí; le decía que yo canto muy bien, que me llamara al piano a cantar, pero iba dándole largas dada la abundancia de amigos que querían que los acompañara; siempre es un privilegio que Adelita Domingo te toque el piano al cante. Yo, cada vez que la señora le insistía, daba grandes sorbos de un magnífico Rioja que me habían ofrecido, viendo lo que se me venía encima. Al fin atendió sus ruegos y miró hacia mí, me hicieron entre ambas una señal para que me acercara. Y le eché valor.
Ella
Es Tauro, como yo, tiene los ojos grises y profundos y duelen cuando te miran, a mí me dolieron. Al estar junto a ella, se siente algo especial, como si unos extraños magnetismos volvieran loca la brújula de la razón. ¿Será por eso por lo que transmite el arte? No se inmuta, es apacible y no contradice nunca. Se le nota que sabe.
¿Qué vas a cantar, niño? Me decidí por el romance de Juan de Osuna, de Caracol, que tenía fresco en aquel momento. Le dije mi tono y enseguida salió tocando; yo no acababa de acomodarme a sus genialidades. Nunca miró el teclado, me miraba a mí. Aflamencó el piano hasta suavemente, llevarme de la mano y salir de mi miedo, me atreví; después de soltar el “A mí me duele” lo demás surgió sólo.
Cuando pasó un rato y yo me había relajado y me dedicaba más a solazarme con el talento de los muchos que allí había, me avisaron, haciéndome notar que Adelita me estaba llamando. ¡Niño, tú otra vez! Yo no llegué hasta el piano andando, creo que levitaba o que entre todos me llevaban en volandas. Le hablé con dificultad, me costaba trabajo respirar, aunque pude reponerme: La Salvaora. “Qué razón tenía la pena traidora” y todo el mundo mirándome. Una gitana se levantó de su silla y comenzó a bailar delante de mí, yo decidí ignorar en lo posible aquella danza que podía desconcentrarme de mi cante, aunque por otra parte, por cortesía, no podía dejar de mirarla, incluso dirigirle la copla. Sacó un pañuelo, me lo pasó por detrás del cuello al uso caracolero y yo creí morirme, porque de baile estoy cortito con sifón, pero pude salir de aquello con honra y con dos besos a la gitana y otros dos a Adelita, salí del paso. Entonces la gente se levantó y empezaron a vitorearnos a los tres: ¡Artistas, artistas, artistas! No cambio aquella noche por las de mayor encanto que haya vivido en mi vida, ni a Adelita por ningún artista, en lo personal y en lo humano.
ADELITA DOMINGO Y SU PIANO |
En Navidad, Cuando salimos con el coro de campanilleros a hacer ronda por el centro, nos la encontramos, acompañada casi siempre por varias de sus muchísimas amigas, de las que puede hacer galardón. Cuando la veo, siento inclinación a doblar la rodilla para reverenciarla, y como llevo la guitarra en la mano, arrojarla lejos, pues en su presencia, me siento tan pequeño artísticamente, como un grano de anís. Ojalá siga viniendo muchos años y yo vuelva a visitar ese templo del arte en que ha convertido su pequeña casa de la Alameda.
Hay un alma pinturera
que respira en tu teclado;
si por amor has legado
al arte tu vida entera
seguro que en primavera
se atraviesa en tu camino
la “Rosa de Capuchinos”
y unos “Ojos verdes, verdes”,
que saben por qué te pierdes:
por sostener tu destino.
Si has cultivado la rosa
para dársela a Sevilla
que no te aparten la silla,
pues tienes la venturosa
belleza de una amistosa
actitud ante la vida,
y le buscas la medida
a “Tatuaje” y a “Amigo”
porque siempre van contigo
tus óles de bienvenida.
Merche Esmeralda, Matilde Coral, Milagros Mengibar, Pastora Soler, Ana del Río, Paloma San Basilio, Mikaela, Gracia Montes, Marta Quintero, Conchita Bautista, Rocío Jurado, María Pagés, Paquita Rico, Imperio de Triana, Macarena Giraldez, Isabel Pantoja, Lolita Sevilla, Encarnita Polo, Tamara, Carmen Sevilla, Antoñita Colomé...
Excelente el recuerdo a la gran Adelita, maestra de tantas artistas.
ResponderEliminarJose Luis: Un saludo de Rafael con gran cordialidad y afecto.
ResponderEliminarRafael
Magnifica entrada, Caracol para mi, me gusta muchisimo, y lo he oido de pequeñito en mi casa,.pero claro yo tengo el alma con Camaron, como siempre que se habla del flamenco de los grandes toma uno partido, yo lo hago con Camaron, para que tu lo sepas nama, como anecdota,.sin embargo, culquier persona que se pegue un cantecito con arte y desde dentro me gana rapido,.un abrazo¡
ResponderEliminarMi admirado Emilio, muy honrado por su visita y su comentario. Como puede apreciar, mi admiración por Adelita es la de cualquier amante del arte que prefiere los elogios para ella ahora y no dejarlos para cuando falte. Reciba un cordial saludo. José Luis.
ResponderEliminarRafael, supongo que el guitarrista más admirado por este humilde aficionado al flamenco y al arte. Gracias por tu interés y un saludo.
ResponderEliminarQuerido José María, me alegran tus visitas. Yo admiro a cada artista por sus cualidades, de los dos que nombras, al de la Isla de León por su genio interpretativo y su sentimiento al cantar, al sevillano por su aportación al flamenco, fundamental, y por ser un creador genial. Saludos.
ResponderEliminarQuerido José Luis, te dije sin conocerte y sin saber que cantabas que tenias voz de cántate, por teléfono y tu me dijiste de cantao, lo poquito que entiendo para mi de lo mejor, Caracol, y actualmente Miguel Poveda, este sábado si dios quiere, iré a ver Carmen Linares ,Diego Carrasco y Silvia Carrasco, que astuan aquí en mi ciudad en el nuevo teatro abrazo poetas cantao,
ResponderEliminarAbrazos, Arques
Me acuerdo del cine Regina...donde después del desaparecido teatro San Fernando ubicaron las galas juveniles de Adelita...antes de las acctuaciones o películas sorteaban juguetes, regalos.... a través del número de la entrada.
ResponderEliminarRecuerdos...
Sastipen ta li
Amigo Pedro, me alegro que te guste y hasta que hayas anunciado mi blog en el de Barbeito, eres un buen amigo. Gracias y hasta pronto.
ResponderEliminarEl cine Regina, en Jerónimo Hernández, cómo se acabaron los cines, ahora hay cuatro y todo.s en centros comerciales. Yo he ido cuando niño al cine Regina, en cuanto al Teatro San Fernando, eso si que fue un crimen. sastipen tali.
ResponderEliminarAmigo José Luis:
ResponderEliminarCoincido contigo en homenajear a la gran Adelita, y con ella en su apreciación sobre el concepto de "Artista", que completo diciendo que cuando se es, se es en todo; es un sello que acompaña en toda actividad que se emprenda.
Tú eres artista, José Luis, en el cante, en la guitarra, en tu filosofía de vida y ahora también en la escritura, en la que muestras gran sensibilidad y exquisito gusto, encontrando siempre la expresion justa con palabras sencillas cargadas de sentimiento.
Sabes que leo todas las entradas que me llegan, pero nunca comenté. Hoy no puedo resistirme y me uno al coro de los contertulios de Adelita para gritarte: Artista, Artista.
Agustín Pérez
Viniendo de tí querido Agustín, sé que lo estoy haciendo todo lo bien que mis luces me permiten. Lo de Adelita es una cosa muy grande, sabemos a lo que ha contribuido en el mundo del arte en Sevilla, y repito, como en un anterior mensaje: ahora es cuando hay que hacer las cosas por ella. Sigo esperando tu llamada o mensaje, tengo cosas listas. Saludos.
ResponderEliminar¡No me explico aún cómo se me ha pasado esta entrada tan bonita como magnifica!
EliminarLa gran Adelita, el haber nacido en el S. Fernendo, el Teatro de tantísima categoría tuvo que marcarla para ser después maestra de maestras. Precioso homenaje que le haces.
El derribo del Teatro, una barbaridad imperdonable por quienes tuvieron que proteger y defender la Cultura y el Patrimonio sevillano, para dolor de los ciudadanos. Hicieron oídos sordos a los clamores para evitarlo.
Yo era chica, pero me acuerdo de aquella joya histórica que fue admiración mundial, por cuyo escenarios pasearon las más consagradas primeras figuras de la Lírica, Escena, Flamenco y la Tonadilla...
Enhotabuena, José Luis.