Es un muchacho tranquilo, sonriente, y que siempre está dispuesto a hacer cosas por los demás. Sus compañeros le tienen en gran estima y posiblemente de los que conozco, sea el de más talento para esto de las letras. Pertenece a Faisem (Fundación Pública Andaluza para la Integración Social de Personas con Enfermedad Mental) y vive en uno de los pisos tutelados por esta entidad. Es aficionado a la lectura y no tiene mal estilo cuando escribe; por eso, y por el afecto que le tengo, le pedí una colaboración para este blog; también colabora con la unidad de rehabilitación salud mental (URSM Virgen Macarena) y en su blog podéis encontrar más cosas de la que escribe.
Lo hace con el seudónimo de La Pluma negra, y de verdad, os aconsejo que lo leáis, merece la pena. Este es su relato sobre la Semana Santa sevillana.
Anoche costo mucho dormir a los más pequeños de la casa. Estaban nerviosos. Esperaban el día de hoy con gran ilusión. Llevaban preguntando cuanto faltaba para el Domingo de Ramos por lo menos un mes, y es que hoy, 23 de abril, salen de nazarenos en la cofradía de La Sagrada Cena. Tradición que se cumple en esta casa durante la fiesta que viste de gala a la ciudad de Sevilla, la Semana Santa.
Todos han dormido en casa de la abuela, que vive cerca de la plaza Ponce de León, por dónde la Cena tiene su casa de hermandad y así, una vez vestidos pueden salir desde aquí andando.
El salón parecía una tienda de trajes de nazarenos. Había seis túnicas, cada una de un tamaño, con sus sandalias, sus cinturones de esparto, sus capirotes, sus antifaces, sus escudos y sus medallas de hermanos. Todo lo había preparado la abuela de noche, para que por la mañana con las prisas y los nervios no le faltase a ninguno nada.
Los padres de los niños fueron llegando a la par que estos se despertaban. Entre las madres, la abuela y los padres, que también salían de nazarenos, fueron vistiendo a los más pequeños. Pero sin duda a la que más ilusión nos hacía a todos ver vestida era a Claudia que apenas tenía diecinueve meses y era la primera vez que la íbamos a vestir. Sus sandalias parecían de juguete, al igual que el cinturón de esparto y el antifaz que llevaba recogido sobre la cabeza.
Cuando le llenamos el bolsillo de caramelos puso cara de asombro. Su hermano mayor, ya vestido de nazareno y dispuesto a salir, le preguntaba si le daba un caramelo. Ella veía el bulto de chucherias que llevaba bajo la túnica y con un dedo lo señalaba como diciendo que esos eran los caramelos y que ella los tenía ahí. Nos hicimos fotos todos juntos antes de salir. Los niños pegados a los padres, todos vestidos de nazarenos, las madres luciendo trajes de primavera para un Domingo de Ramos y todos sonriendo a la cámara del abuelo José, que guardará esta foto junto a los mejores recuerdos vividos en la Semana Santa sevillana.
Entraron al Templo por la Casa de Hermandad. Iban cada uno con su papeleta de sitio. Salían todos en el mismo tramo. Irían juntos. Así lo habían pedido. Por antigüedad, los más mayores podían ir mas cerca del paso de la Sagrada Cena pero por acompañar a los chico y para que estos no se saliesen del recorrido, lo hacía todos juntos aunque por eso tuvieran que ir más cera de la cruz de guía. Nosotros nos fuimos para la puerta del Templo y la vimos salir. Claudia llamaba la atención donde iba. Todo el mundo se paraba a pedirle un caramelo, a hacerle una foto o solo a decirle lo guapísima que estaba vestida de nazareno.
Hacia un Domingo de Ramos espléndido, con un cielo raso de un azul brillante que auguraba una semana de gala para la ciudad. Este año se lucirían las Hermandades y este día entraría en el recuerdo de muchos cofrades.
Tengo un recuerdo que no olvidaré. Quizá porque era yo quien la llevaba en brazo a Claudia cuando sentí como se impresionó ante la novedad a la que se enfrentó, y fue cuando escucho la primera banda de música. Se le encogió el corazón. El pulso le temblaba con cada partitura. Los ojos abiertos como mochuelo. La boca gritando una “o” muda de asombro sonoro y el cuerpo en un eléctrico impulso. Era la primera vez que escuchaba tocar de cerca una banda de música en directo y el estruendoso espectáculo la paralizó. Su minúscula mano se agarró a mi chaqueta azul marino tan fuerte como pudo apretar.
Este recuerdo no lo tendrá ella, aún es demasiado pequeña para tener recuerdos. Cuando crezca y sea un poquito más grande le contaré como fue la primera vez que escucho una banda de música ya vestida de nazareno de la Hermandad de La Sagrada Cena. Ahí estará su abuelo para que de sus primeros pasos con sus vivencias como cofrade. Esto es una tradición que va pasando de padres a hijos de abuelos a nietos y que vivirá en el corazón de los sevillanos por siempre.
De la pluma negra para su gran amigo José Luís Tirado 07/ 11/ 11.
El sentir de nuestras cosas,de nuestra tierra,y compartirlo hace que se alegren nuestros corazones. Nuestra Semana Grande esta llena de pequeñas cosas que reuniendolas las hacen grandes.
ResponderEliminarEste relato me transporta a otros tiempos,a otras vivencias,y la memoria es una riuqueza que dicilmete nos pueden arrebatar. Felicidades
Hermoso,realmente hermoso testimonio querido José Luis. Para completar su apodo podráimos decir."Pluma negra pero con hermosas intenciones blanca". Tiene el don de la escritura sencilla (la más dificil de expresar). Enhorabuena para él y para tí que dice mucho de tu calidad humana al relacionarte con personas tan sensibles. Un abrazo.
ResponderEliminarUn relato pleno de sentimientos y que, gozosamente, relata las vivencias de una familia unida.
ResponderEliminarHermoso escrito.
Felicidades 'Pluma Negra' por plasmar con suma sencillez tu enorme sensibilidad. Ramón.
Un relato que me ha encantado, de esas vivencias que como bien sabes no tuve la oportunidad de sentir en mi juventud y que ahora las aprecio como oro en paño.
ResponderEliminarGracias por seguir dandome esos detalles que sabes que tanto aprecio y tanto me gustan.
Un saludo entrañable desde la Isla.
Detrás de la Pluma Negra hay muchos sentimientos y calidad humana. ¡BUEN FICHAJE!
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