La
gracia de tus manos, vendavales
del
cielo, que a la tierra venturosas
primaveras
descienden. Luego, ociosas,
se
asoman por los amplios ventanales
del
proscenio, trocando en diez varales
tus
dedos, para un palio en primorosas
mecidas,
arrojadas, caprichosas
travesías
por auroras boreales.
Los
trinos de tu alma me enardecen,
invaden mis sentidos, me parecen
sombrillas
de elegantes damiselas,
y
tú, grácil mujer, cisne rampante,
ceñida
de Gabriel y de su cante,
haces
llorar de amor tus castañuelas.
José Luis Tirado Fernández
Estupendo soneto, jose Luis. Muy buenos los encabalgamientos, acertadísimo la metáfora cofrade y definitiva la imagen del último verso, que hace cerrar con rotundidad toda la composición.
ResponderEliminarY gracias por la joya visual con que lo acompañas
Agustín
José Luis, espero de corazón que te llegue esta entrada, me ha parecido hermosisimos, volver a escuchaer a Lucero Tena, laúnica que con sus castañuelas ha hecho concierto de esta calidad y con estos profesores.
ResponderEliminarGracias por esta ventana al flamenco y a la poesía, José Luis.
ResponderEliminarJavier Liceras.