Palomas de hábito tosco
de calle en calle
volando
y de sus manos
dejando
el mejor don que
conozco,
que allí donde está
sangrando
la herida que
necesita
de vuestra mano
bendita,
alcanza apoyo y
favor:
la señal de vuestro
amor
a aquel que la
solicita.
Obstinadas criaturas
que trocáis lo malo
en bueno,
pues si el cielo
inventó el trueno
vosotras ponéis
ternura
con ese porte sereno
donde ruge la
tormenta,
pues vuestra entrega
sustenta
la paz para muchas
almas,
entregáis de vuestra
calma
paz que al anciano
apacienta.
La gloria os tiene presentes
debajo de la
toquilla,
lleváis metida a
Sevilla
como devoción
ferviente
y ella dice en
seguidilla,
que sois ángeles del
cielo
convertidos en
pañuelo
para empañar la
amargura,
y lleváis más que
dulzura
al cendal de vuestro
velo.
Como siempre hacen el bien,
el cielo nos las
devuelve,
y aunque la duda
resuelve
todavía hay para
quien
nunca al origen se
vuelve.
Si Dios es luz,
también vida,
y el día que me la
pida
es porque antes la
dio
¿La puedo administrar
yo,
aunque nada me lo
impida?
Yo quiero seguirlas viendo
revolotear sus
calles,
por no perder el
detalle
de lo que van
adquiriendo
en la humildad de su
entalle,
por los sentimientos
bellos;
y compasión por
aquellos
que no creen en el
mañana:
no lo dudo, las
campanas
están doblando por
ellos.
José Luis Tirado Fernández
óle, óle, óle
ResponderEliminar¡¡ tocada en una de las cosas que más sensible soy y que más admiro !!
No cabe decir más....
Por ellas
Mariquilla