La calle Lumbreras es conocida con ese nombre desde antiguo, aunque también fuera conocida como Umbreras; fue lugar de asentamiento de los hebreos sevillanos, que en su mayoría se dedicaban a la venta de productos de feria, como turrones, garrapiñadas, etc., según testimonios de Chaves Nogales, Rafael Laffón, Montoto y otros ilustres sevillanistas. A primeros del XX, las casas de la acera de enfrente del corral de los Chícharos, estaban habitadas por familias con apellidos sefarditas. En este mismo blog, se publicó una entrada con ese tema:
http://miflamencoymipoesia.blogspot.com/2014/02/calle-lumbreras-flamenca-y-hebrea.html
La calle Lumbreras no llegaba hasta el muro, como podría pensarse por su disposición actual. Pasando Santa Clara y Arte de la Seda, estaba el Husillo Real, una manzana de casas en la cual había un cuartel de los municipales y un rincón a la derecha. Para salir a Torneo habia que seguir a la izquierda por la antigua Mendigorría, que era el tramo final y luego a la derecha, hasta Torneo.
Desde la Alameda, su acera derecha nos conduce inmediatamente, luego de atravesar Jesús del Gran Poder en su último tramo, hasta lo que fue el Corral de los Chícharos, afortunadamente salvado de la piqueta y reconvertido en hotel. Muy amables sus recepcionistas, que me permitieron hacer algunas fotos del interior del antiguo patio de vecinos. Una puntualización.
AQUÍ NO NACIÓ MANOLO CARACOL
En 2009, una Asociación cultural de la Alameda colocó una placa en la fachada del hotel. Es esta:
Esta es la placa: a pesar de constar en ella "Lumbreras Nº 10", en la página web del hotel dan al sitio el honor de haber sido la cuna del genio.
Sin entrar en la calidad artística de la placa, resulta imprescindible apuntar que no está colocada en el sitio adecuado, ya que:
-El número seis de Lumbreras, lo ha sido siempre. Es decir, el único edificio comprendido en la fachada, de esquina a esquina, lo fue desde su construcción el corral de los Chícharos. Las accesorias se han numerado desde siempre con una letra. Ejemplo. Lumbreras 6-B. Dicho esto, por muchas que ubicara la fachada, cada una tenía el seis acompañado de una letra. En una de estas accesorias se encontraba la famosa freiduría de las pavías de bacalao, que cantaba el Pali.
-Están documentados, en varios blogs de temas sevillanos, los corrales de la calle Lumbreras y su numeración. El número ocho, el corral de La Bomba. El número diez, el Corral del Fraile. Entre el corral de los Chicharos y estos otros dos, hay una separación. Por medio, está la calle Crédito
-En la partida de bautismo de Manuel Ortega Juárez aparece domiciliado en Lumbreras, diez.
Salvando estas puntualizaciones, el corral tenía su encanto. Se ha mantenido la disposición de los partidos, como puede apreciarse en estas fotos. Pero Manolo Caracol no nació aquí, sino dos casas más arriba.
Al seguir caminando por la acera derecha, aparece por Becas la silueta de la Torre de Don Fadrique, que se halla dentro del espacio cultural Santa Clara, muy interesante de visitar.
Inmediatamente, la esquina, el Corral de Esquivel y la calle Juan de Oviedo, foco de asentamiento de flamencos a principios del XX, Ortegas, Antúnez y Loretos bajo sus tejas. Seis varales de plata donde sustentar el flamenco: Santa Ana, Lumbreras, la Europa, Potro-Trajano, la Pila del Pato. y Juan de Oviedo.
Volviendo a la Alameda, y retomando la acera, un recuerdo al lugar de nacimiento de Arturo Pavón, hijo de Arturo, el hermano de la Niña de los Peines, y Eloisa Albéniz:
UN PALACIO FRANCÉS EN EL CORAZÓN DE LA ALAMEDA
Lo mandó construir en el XIX el marqués de Esquivel, a semejanza de los palacios franceses de la época. Su arquitecto fue Joaquín Fernández Ayarragaray. El Marqués lo vendió a una empresa de construcciones y posteriormente fue domicilio de una familia acomodada.
En los años cincuenta tenía este aspecto, mucho más deteriorado en los sesenta y setenta de mis recuerdos, cuando era escondrijo de gatos y los niños saltábamos las tapias para jugar a exploradores. Recuerdo la maleza de los jardines, hoy vergel, y una vieja bañera con patas de león en el primer piso.
COMO EL MÁRMOL ME QUEDÉ
La calle Hombre de Piedra fue llamada Buen Rostro en la antigüedad y debe su nombre a un busto, posiblemente de algún palacio romano, que hoy día está empotrado en uno de sus muros.
Podemos entrar por Leonor Dávalos para salir nuevamente a la Alameda. Esta calle lleva el nombre de una servidora de Doña Urraca Ossorio, esposa esta última de un hijo de Guzmán el bueno, que fue condenada por traición al rey a morir en la hoguera. La pira se instaló en la cañaverería (actual Joaquin Costa), en la mismísima Alameda.
Cuando iniciaron el fuego, un golpe de viento levantó las faldas de Doña Urraca; el pueblo comenzó a celebrar aquella desnudez. Entonces, Leonor se arrojó a las candelas para tapar las vergüenzas de su ama, pereciendo junto a ella. Las cenizas de ambas están en San Isidoro del Campo, en Santiponce.
En esta calle hubo un salón llamado Zapico hasta los setenta, y que con anterioridad se llamó Conga, donde actuó La Malena.
PALACIOS EN SANTA ANA
Al salir de nuevo a la Alameda, llegaremos a un Bar de los más tradicionales que tenía unos azulejos muy guapos; no sé si los han conservado, pues hoy sigue sirviendo vinos y cerveza. Creo recordar que se llamó Casa Antonio. A continuación, la esquina de la calle Santa Ana; hoy día es un hotel llamado La Sacristía, que fue construido sobre un edificio de la nobleza, cuyo escudo aún permanece en la fachada:
Con posterioridad, y como tantas otras residencias de la nobleza que fueron abandonadas en Sevilla (Casa-palacio de los Marqueses de Medina, en la misma acera, Palacio marqueses de la Algaba, tras el mercado de Feria, el corral del Conde en calle Santiago, etc.), fue destinada a corral de vecinos, teniendo como ilustres inquilinos, en 1910, a Maria la Serrana y su hermana Juana la Sordita, y además a las hermanas Antúnez, Fernanda y Juana. Lo conocí como corral, ya que vivía allí un compañero de instituto que se llamaba Centeno.
Acera adelante y atravesando Jesús del Gran Poder, llegamos a la Casa-palacio de los Marqueses de Medina, convertida, claro, en pisos y apartamentos. También la conocí como corral. A pocos metros, el convento de Santa Ana, que da nombre a la calle, aunque antiguamente fue llamada de Lisos, Cal-mayor o San Diego. Dentro de sus muros se ubican maravillas del arte, tal como un retablo de Martínez Montañés
Volvemos hacia atrás por la acera de enfrente, sin otra referencia notable sino la calle Flandes, en cuyo final está Casa Ovidio, que lleva más de un siglo ofreciendo los mejores vinos y tapas, y entre la cuales destacan sus croquetas, de finísimo paladar. Pero eso es ya San Lorenzo.
En esta acera, encontraremos esta casa de hermosísima fachada, y que funcionó hasta 2007 como tienda de aparatos electrónicos. La azulejería está documentada en este enlace:
http://www.retabloceramico.net/5815.htm
Eugenio Lamparter Trisler, murió en Sevilla en 1974, donde residía desde 1902. Su hijo fue reclamado por el ejército alemán en 1941 y participó en la segunda guerra mundial. Su historia, aparece en el diario El Mundo, en este enlace:
https://www.elmundo.es/elmundo/2013/07/12/andalucia_sevilla/1373640879.html
LA VUELTA AL PRINCPIO
De vuelta a la antigua laguna y al final de nuestra visita, poca historia sino señalar el antiguo casino ferroviario, cuyas rejas siguen en pie y que alberga otro establecimiento de hostelería, una constante en la Alameda de ayer y de hoy. La Barreduela de Potro, donde estuvo el Alameda multicines y que en mi juventud fue solar de aparcamientos, Bar los Faroles y unos futbolines llamados Casa Lauri, donde jugar a parejas un pierde y paga.
Un último destino. La Academia del maestro Realito, digna de más amplio estudio y de donde salieron tan ilustres artistas. Una letra inolvidable:
Me asomé a la ventana de Realito
y vi a un chaval moreno tocá palillos.
Sus castañuelas pregonan que es Antonio
a España Entera.
La Alameda es un viento
que todo lo arrastra
José Luis Tirado Fernández
Precioso recorrido, magníficamente documentado. Muchas gracias por dedicarnos su tiempo y sabiduría.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por compartir con nosotros esta parte tan bonita, tan maravillosa de nuestra ciudad. Soy de los que me detengo no ya en lo conocido por todos....Giralda, Catedral, Alcázar.....etc......que dicho de paso en una preciosidad. sino que me encantar buscar lugares poco conocidos y ahora estoy adentrándome en los corrales de vecinos.......creo sinceramente que lo maravilloso de Sevilla está en lo "desconocido".......de nuevo MUCHISIMAS GRACIAS!!!!
ResponderEliminarHola, no ha hecho ninguna referencia al Bar Las Columnas. Creo que lo abrió un hombre de Cantabria en la época de la Guerra Civil, pero de ahí a los propietarios actuales, hijos del empresario que lo abrió en los años 80, ¿no sabemos nada? Ese cántabro fue un tío abuelo mío.
ResponderEliminarEs verdad. Y creo que el único que cito es el de la esquina con Relator, por sus azulejos tan bien conservados. No he querido hacer un paseo por las sacristías, aunque las conozco todas. He estado ahí muchas veces, pero la intención del paseo era sentimental y de vivencias propias. Un saludo
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