Me resisto a
ir. Todos nos resistimos; pero a veces el dolor que te retuerce las tripas y te
dobla como un pestiño te conduce, a veces demasiado a menudo, a sus fauces. Es
curioso, allí hay cola para entrar. Este reino de Hades automatiza tus pasos y
te dirige. Tú no tienes nada que aportar, sólo hacer lo que te dicen los de las
batas blancas, los de las batas verdes. Temes que Caronte te ande esperando por
allí detrás, por alguno de sus recovecos, y entonces buscas por entre los
bolsillos y las dobleces de tu martirio el óbolo que te ofrezca el
salvoconducto a la otra orilla. En esos pensamientos, te dice el altavoz que te
requieren desde un despacho, donde un interrogatorio precede a otro, acompañado
de un manoseo, necesario, según los responsables de acabar con tu sufrimiento,
protocolizado según ley para que nada falle… ¿nada? Si sigue leyendo este
relato lo entenderá.
Vías,
pinchazos, rayos, más preguntas, muchas preguntas, para terminar en otro
reservado, donde ya no están las dos jóvenes que antes te atendieron, sino una mal
encarada madura que instruye a una joven y le explica que mi visita es
innecesaria, puesto que los resultados no aportan signos de gravedad. Encima,
con el alivio de sus botes y bolsas de líquido blanco, uno se cree el mayor
tonto del mundo porque esto no es nada. ¿Para qué habré perdido aquí siete horas, siete, -se habían quedado sin ordenadores- por mi tonta hipocondría? Me voy.
La segunda, más
corta en el crono, con aquel calvario habitado de asientos y camillas, aunque
menos poblado en esta ocasión, vino a ser una continuación cíclica de la
primera, y aún me pareció no sólo adivinar al barquero embozado en las sábanas
del Sas, sino presentir tras cada puerta que abrían o cerraban, el sonido de la
corriente del Aqueronte. Mismas preguntas, mismas pruebas, mismos resultados, y
a sufrir, otra vez, a casita.
Fue la
insoportable necesidad de descansar, de respirar, de sentirme un ser humano, la
que forzó la tercera. Otro interrogatorio inacabable y torturador, necio y
cansino y que acepté como la única forma de aferrarme a esta orilla, de seguir
luchando, pero ya las preguntas te pesan, te atosigan, te marean, en tanto tu
dolor se empeña en acompañarte cruelmente a todos sitios como la sombra
malévola que te lastra y te desacredita en el espejo.
Pero allí no
todo es malo; ángeles que disimulan sus alas bajo las batas de enfermera o
celadora, se camuflan entre los hijos de este reino, y alguna que otra
honradísima buena persona tiene que practicar la bondad clandestina sobrenadando
el plasma de este ambiente. A quienes no
se ven por allí como “clientes” son los parlamentarios de las Cinco Llagas, ni
a ningún concejal, recién electos todos ellos, y seguro estoy que nuestra
Presidenta no va a venir a parir precisamente aquí. Ellos se pagan con este
sufrimiento nuestro sus privados.
Estoy vivo
porque una de estas almas bondadosas se apiadó de mi quebranto –¿tres veces,
maestro, tres veces?- y me solicitó una ecografía, donde se apreciaba el tamaño
de mi vesícula, la gangrena apoderándose de ella y diversos materiales de
construcción alojados en su interior. En la siguiente ocasión fui llamado por dos
cirujanos, que, sonrientes, me animaban. No pasa nada, no pasa nada. La barca
seguía su ignominioso trasvase de ánimas a la otra orilla; los fieros ladridos del Can Cerbero
podían oírse nitidamente. Yo tuve la suerte de no conocerle.
¡Ay desdichados que pisáis aquella orilla, esos inframundos
situados debajo de la tierra, rogad por vuestras almas!
José Luis Tirado Fernández
Mi querido amigo, a buen huerto has ido a sembrar las coles. Hace 4 meses un fuerte dolor en la ingle ,propio de la artrosis de cadera y de la cual que estoy operada me hizo ir primero a mi medico de cabecera. Iba arrastrando la pierna , me era imposible andar .Me recetó abtiinflamatorio, El dolor no cedía y como parece ser que la Seguridad Social está " algo lenta"· me decido a pagar un traumatismo particular .
ResponderEliminarPagué aquella visita y por suerte este Sr me desvió al hospital para seguir evitandome gastos.
Me receto una gamagrafia y una resonancia. Hace 4 meses , aún estoy esperando que me llamen´Por lo que sea la crisis fuerte ha pasado, pero no puedo andar mucho porque por el dolor estoy limitada.
En resumen, o me muero o me curo sola ,voy a intentar hacerme la resonancia particular 180,00€ ,pero quien no pueda, ¿ que hace?
Espero que hayan dado con la solución a tu problema, porque la salud es lo mas importante para seguir caminando
Un abrazo
Es nuestra sanidad andaluza que -a pesar de la realidad que tú has descrito perfectamente- la administración sigue vendiendo como la mejor de Europa.
ResponderEliminarEspero estés bien de salud y a ver si este verano coincidimos en algún festival Flamenco. Un fuerte abrazo.
José Luis Jiménez
Por desgracia es tal y como lo pintas José Luis!!!
ResponderEliminarPor cierto no sabía que eras de mi barrio!!!
Un saludo,
Miguel Ortiz
Querido amigo;no sabes cuanto siento lo que le ocurre a tu cuerpo, que no a tu alma que aún tiene ánimos para describir tu "agradable paseo" por un hospital de la Inseguridad Social en la que creo menos que en la politica y los politicos, que ya es decir, por eso se me ponen los pelos como escarpias de pensar que algún díia, no muy lejano yo también pasearé por tan "agradable" lugar. No sé si sabes que la madre de mi yerno, Juan Antonio Sanchez Lucas se enterró ayer, el día 26 de este mes le dicen una misa en la iglesia de san Vicente a las 8.30 de la tarde, te lo digo por que sé la buena amistad que te une con el hermano de mi yerno. Con mis mejores deseos para ti te mando un abrazo
ResponderEliminarEspero que te vaya bien. A mi me quitaron piedras de la vesicula y sobrevivo. Un abrazo. PACO RUIZ.
ResponderEliminarEn primer lugar confío que el bache grande que has padecido lo tengas en franca mejoría. Es muy lamentable que vayas a un hospital de urgencias y no encuentres lo que necesitas en el trato y ni la diligencia al caso. Los tremendos, inhumanos y crueles recortes que progresivamente tenemos va muy en la linea de las desastrosas consecuencias. Lo lamento profundamente, Si mi firma te pudiera ser útil, cuenta con ella desde ahora mismo.
ResponderEliminarYo hace poco, ingresé en el Hospital de S. Juan de Dios de Bormujos en urgencias, la vida se me escapaba a chorros, salvé la vida gracias a mi marido y mi yerno que me llevaron corriendo y, por supuesto, el magnifico equipo médico que me atendió. Al llegar, el celador me sentó en una silla con ruedas y tiró corriendo para el lugar indicado, no hizo falta preguntar nada: llevaba 2 infartos y una angina de pecho muy severa. Estuve 20 días, y la profesionalidad y la humanidad fue excelente, desde el especialista, enfermeros, auxiliares, celadores, etc...Y puestos a concretar, una habitación para mi sola, con un sillón adaptable que se convierte en cama para el acompañante...
La vida hay que vivirla con intensidad y filosofía, aquí me tienes a mí, vivita y coleando diciéndote que ánimos y pá lante, compadre.
Y tengo la ilusión que para nuestra Velá nos regalarás algo bonito...
Con afecto recibes un abrazo.
Mari Carmen Gª Franconetti.
Ante todo, José Luis, es mi deseo que los males somáticos que te aquejan no entren en el campo de los psíquicos -de lo cual estoy seguro ante la clarividencia que demuestras en tus descripciones-. Espero que, con un gran cúmulo de paciencia, te lleguen las soluciones efectivas.
ResponderEliminarNo quiero que sean un consuelo para ti lo que te voy a describir ahora (hechos totalmente reales):
-Un año para revisión neurológica pendiente de TAC.
-Aguardar tres meses para diagnosticar unos problemas circulatorios en las extremidades inferiores. La 'cosa' va ya por cinco meses y no está resuelta.
-Ocho meses sin resolver unas hernias inguinales que afectan al paciente.
-Más de un año para intervenir una hernia umbilical. Aún sin resolver.
- ... y mucho más.
Paciencia... o, ya sabes, protestar, negando los votos, a quien tiene transferidas las competencias y no da soluciones. Basta de gestores incompetentes y mentiras institucionalizadas.
Me remite Don Manuel Filpo el siguiente texto para su inserción:
ResponderEliminarPeripecias sanitarias
Al leer la magistral narración de un amigo sobre sus peripecias sanitarias, afloraron parte de las mías, plasmadas en una Carta al Director que me publicó ‘casi’ íntegramente El Mundo. ¡Con qué presteza acelera el tiempo: estábamos en marzo del 2003! Hacía pocos días que Su Majestad inauguró las suntuosas dependencias del Parlamento Andaluz con una superficie de 30.000 metros cuadrados: esplendorosos patios marmóreos sombreados por la arboleda consiguiente, garaje gratuito e envidiable —sobre todo por las muchedumbres de familiares y pacientes que necesitan acudir al Hospital—, salas, despachos, dependencias por doquier… Total: 31 milloncetes de euros para que los padres de la patria andaluza planifiquen con sus delicadas magines, reposadas, el qué hacer para el bien de los que tienen que aparcar a las afueras del paraíso previo pago, claro.
A propósito. Una señora que fue presidenta del Parlamento tuvo durante mucho tiempo un ‘Panda’ en una plaza del referido aparcamiento. Un día, alguien movido por la quietud del histórico vehículo, se enteró de la propiedad. «Como se trata de una reliquia y no me cabe en casa pensé que allí estaría bien protegido». Sin duda que la mentalidad de la ‘ingenua’ dama la comparte un colectivo de similar laxitud.
Ahora, transcurrido 12 años, uno piensa si de las vidas contemplativas de los políticos nació la trama de los eres y otras eras, porque la ociosidad —decían los antiguos moralistas— es la madre de todos los vicios y latrocinios imaginables.
Decía que la carta ‘casi’ me la publican en su integridad porque censuraron: «Su Majestad debió enterarse de la usurpación que le hicieron a parte de los terrenos del Hospital para las dependencias parlamentarias y que lo óptimo, dadas las cercanías, hubiese sido darle enseñarle las Urgencias y otros lugares hospitalarios». Pero Su Majestad se marchó sin enterarse de las aventuras y desventuras (¿o no quiso?) de los contribuyentes, tanto para los que mantenemos su Casa Real como las casas democráticas de nuestros supuestos representantes.
Una noche mi madre, la pobre, se llevó nueve horas antes de ser atendida y yo tuve que poner a prueba mi capacidad vejigatoria porque perdía el asiento. ¡Malditas sean vuestras estampas, impostores de la realidad y de la verdad! Existe un submundo a escasos metros y no tenéis la sensibilidad ni la entereza de los hombres honestos para saber qué pasa y solucionarlo. Pero para pensar en los trincamientos sí tenéis todo el tiempo del mundo. Vuestros culos solo posan en clínicas privadas y a bordo de lujosos coches con lunas tintadas circuláis, mientras vuestras sucias bocazas se os llenan de igualdad y justicia.
La mandaron al Hospital San Lázaro, antesala de los fallecidos. Desde una fachada en proceso ruinoso a los esparadrapos que fijaban las tapas de los monitores, hasta habitaciones con tres camas sin intimad alguna, carentes de teléfono o cisternas que chirriaban por las noches aún más que mi propia indignación…
Otras experiencias nefastas poseo, alguna directamente relacionada conmigo. Por hoy ya está bien. Al fin este desahogo tiene más de solidaridad con el amigo que de espanto: ya me curé por mí mismo.