En los años sesenta a los
chavales nos vendían en los kiosquillos unas pastillas blancas, como aspirinas,
que tenían un sabor característico –nunca he vuelto a saborearlo-, dulce y
pastoso, y que costaban una gorda, que era la décima parte de una peseta, al cambio,
es curioso comprobar que por una monedita de un céntimo de euro nos podríamos comprar
16 pastillas. Es decir que en la actualidad, no podríamos comprar una sola
pastilla porque no existe moneda lo suficientemente pequeña.
Leyenda es que Cleopatra, Popea
o Napoleón tomaban baños de leche de burra, por sus propiedades cosméticas, aunque
es su valor alimenticio lo que en esta ocasión nos interesa, puesto que se le suponían
cualidades contra la tisis, como
alimento ideal para niños, purificador de la sangre y del sistema inmunológico,
etc… No llegué a conocer la venta ambulante de esta leche, aunque he visto
algunas fotos de los vendedores, que tenían su propio pregón y que ordeñaban a
las burras en plena calle en la vasija que le entregaba el comprador.
Uno de ellos, el necesario para
el germen de esta entrada, lo fue Manuel Ojeda, apellidado por dicho motivo “El
Burrero”, quien llegó a poseer una importante recua. Así se llamó igualmente el café que instaló en la calle Tarifa, como su sucursal de verano, junto al puente de Triana. Aquí tenemos un cartel con un elenco que para nosotros quisiéramos en
el Maestranza.
José Luis Tirado Fernández
Las recuerdo perfectamente junto con las algarrobas en polvo. Ya empezábamos a dominar los cigarritos de matalauva. Qué tiempos nos traes. Gracias.
ResponderEliminarConocí la época de las pastillas de la leche de burra. Y los cigarrillos de celtas que época aquélla D Luis
ResponderEliminarConocí la época de las pastillas de la leche de burra. Y los cigarrillos de celtas que época aquélla D Luis
ResponderEliminarNo conocí la leche de burra, pero sabía de su existencia, sí me llegó la leyenda que la mujer romana pudiente se bañaba en ella para cuidar su belleza. Al Burrero, todo un genio del flamenco, (según los entendidos), y por haber sido socio de Franconetti en el Café Cantante... El cartel es una joya histórica. Magnifica entrada. Y te manifiesto mi alegría por ver de nuevo activo tu blog.
ResponderEliminarCon afecto.
Mari carmen.
Leche de burra, regaliz, triqui-traques, chufas, bombitas (explosivas y de peste), altramuces, petardos, pipas de girasol y calabaza, palodú, polvo de algarrobas, castañas en invierno, chumbos en verano... eran parte de nuestras chucherías.
ResponderEliminar... y con las condiciones higiénicas de ayer, ¡con ellas no tuvimos problemas de salud!
Hoy, los conservantes, acidulantes, espesantes. antioxidantes, etc. ¡sólo sabe Dios qué es lo que se nos está inoculando en el organismo!
No conocí ese hecho de la leche de burra. Por supuesto si al lechero que iba a casa tod os los días a dejarme una magnifica leche de vaca. Con la nata le hacia a mis hijos junto a cierta fruta unos batidos que les encantaba
ResponderEliminarVerte de nuevo por aquí es una tranquilidad y un lujo
¡Bienvenido de nuevo!! ya te echábamos de menos tanto M,C,Franconetti como yo y nos preocupaba tu ausencia. Estupenda entrada con la famosa leche de burra , yo solo recuerdo las célebres pastillas que mencionas, en cuanto a Popea, aunque soy mayor que tú no tuve acasión de conocerla, seguro que tenía un cutis de bebé con tanto baño. un abrazo
ResponderEliminarQuerido amigo: Magistral entrada que adornas con esa joya histórica de anuncio.
ResponderEliminarNo recuerdo haber conocido la venta de leche de burra por las calles, pero como tu, si he conocido esas pastillas con ese sabor tan rico. ¡Que tiempos aquellos!.
Un fuerte abrazo, y sigue pendiente esa cerveza.