No,
descuida, no voy a hablarte de carros, supermercados o pillaje. Pillado más
bien me he quedado yo cuando he leído que has asistido a un acto de homenaje a
Blas Infante, el padre de la Patria andaluza.
Carne
de mis carnes, los comunistas no reconocemos ninguna patria, ni con mayúsculas
ni con minúsculas. De las primeras cosas que aprendimos fue, leyendo el
Manifiesto, que: “Los obreros no tienen
patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Así, por cuanto el
proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político...”etc. ése
es el catón del marxismo, al que tú sigues aferrado sin solución de
continuidad. Los comunistas, al menos
los de mi tiempo, éramos gente sin patria pero con bandera: la roja, yo,
concretamente milité en un partido llamado Organización Comunista de España
(Bandera Roja) y luego en el PCE. Hoy soy un alma en pena, sin patria, sin
bandera y sin carné.
Si
lo has hecho como prosecución de las últimas agitaciones -¿se decía así, no?-
que has realizado, creo que estas quemando la vela por los dos lados, y al
final acabarás quemándote. Con estas cositas te estás cargando a todo el que sigue
creyendo en lo que tú representas: un líder campesino excéntrico y un tanto
folklórico que se cree lo que proclama. A esos los vas a perder.
Por
otro lado tienes a la prensa, que a raíz de tus últimas luchas se ha movilizado
y esta hurgando en ese particular sistema de soviets que existe en Marinaleda y
del que cada vez estamos sabiendo más cosas. El otro día te veía hacerte el
sordo en una cadena que nunca recomiendo pero que me apareció, ya sabes, con el
“zapping”, en el momento en el que un vecino explicaba cómo se distribuye el
trabajo en tu pueblo. Te están dando por todos lados.
¿Comunista?
Camarada, hace tiempo que los comunistas evolucionamos hasta abandonar, por
ejemplo, la lucha por la dictadura del proletariado. ¿Que por qué? No sé cómo está
la cosa en Marinaleda; en el resto de este país, que sigue inmerso en el
sistema capitalista, que yo sepa, y que ahora mismo ha entrado en una de las
espirales que ya definió Carlos Marx, se vive de lleno el consumismo salvaje. En
la mayoría de los hogares de este país, hay una conexión de banda ancha, varios
ordenadores, varios televisores de pantalla plana y más de un coche. Ah, y un
frigorífico de dos puertas lleno de comida y bebidas de bajo contenido en
calorías, en su mayoría. Sí, estamos gordos. No te digo, camarada, que yo esté
de acuerdo con esta manera de vida-derroche, sino que ya, en la actualidad, el
proletariado no representa la mayoría de la población. Y hace mucho tiempo que
no lo es.
Que
todavía haya familias con necesidades perentorias en España puede ser culpa de
los gobiernos que se preocupan únicamente de las directrices electoralistas de
sus partidos (dos, en realidad) y que obvian la justicia social en todos sus
sentidos. Pero insisto en que son una minoría, un problema remediable con
facilidad con una buena política solidaria.
Estás
confundiendo el tiempo que vives con otros que ya pasaron y que no van a
volver. El joven de diecisiete años que llevo dentro te saluda puño en alto,
camarada. Hoy sólo soy un “bandera vieja” veterano, con el lomo lleno de
latigazos de decepción y que ya no cree en nada. Y perdona que en esta página
de versos y coplas, compás y pálpitos
cofrades -por cierto, un saludo fraternal para la Hermandad de Jesús
Nazareno de Marinaleda-, haga un inciso para dedicarte este recuerdo. Salud y
libertad.
Un poema de Ho Chi Minh
Los buenos días que
vienen
Todo cambia, la rueda
de la gran ley gira sin
pausa.
Después de la lluvia,
buen tiempo.
En el pestañeo de un
ojo
el universo se despoja
de sus ropas sucias.
A través de diez mil
millas
el paisaje
se extiende como
un precioso brocado.
Delicada luz del sol.
Brisas ligeras. Flores
sonrientes,
cuelgan en los árboles,
entre las
hojas chispeantes,
todos los pájaros
cantan.
Hombres y animales
vueltos a nacer.
¿Qué puede ser más
natural?
Después de la pena
llega la alegría.
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