Para el Nano
Anónimos, desterrados,
juegan rayuela en la
plaza;
en cambio, el titiritero
maldice la mala racha
mientras mira de reojo
a las típicas muchachas.
Si la luna le hace un
guiño
se va a la casita
blanca,
donde los
bienaventurados
cantan el himno del
Barça
con el noble y el
villano
-lo mejor de cada casa-,
y fuman un cigarrito
con el príncipe y la
rana.
Los locos bajitos sueñan
con vivir para vivir
y el españolito intenta
someter al porvenir
mientras Penélope espera
en su estación recibir
un galán de cartón
piedra
vestido para salir;
cada loco con su tema,
pero cómo transigir
con los que vienen de
vuelta
si en la vida todo es
ir.
José Luis Tirado Fernández
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