Maldito el destino que exige a los genios habitar entre los humanos.
EL ECO DEL CATAPUM, PUM
Resuenan las voces grises
por entre las azoteas,
y no aparece la tuya
para teñirlas de menta;
volverán los jerezanos
a levantar tu bandera,
pero el bronce de tu boca
ya no atruena la cruz vieja.
El catapum, pum, la noche,
mejillas de luz entera;
ya no te guardan el luto
las sabias enredaderas
y se aburren los jazmines
en sus sombrías colmenas.
El viento te echa de menos,
las paredes y las piedras;
tú, con tu velo de raso,
les dabas la primavera.
Sigue preguntando el tiempo
dónde quedó la frontera
que Jerez pintó en tus labios
para que de ellos saliera,
la voz exacta del cante,
el caudal de la belleza.
El barrio de San Miguel,
fijó el hueco de tu ausencia,
siguen los cayos reales
persiguiendo tu frecuencia
y tu Cristo reclamando
el salmo de tu saeta
para aliviar sus dolores,
para aligerar su pena.
Sigue preguntando el duende
por dónde quedó la fiesta
donde el arte se fundía
con tus perfiles de hembra,
y le pregunta a la luna,
y a los astros se rebela,
se retuerce en las raíces
y en los campos centellea,
se sube a los minaretes
y con ojos de tiniebla
te busca en la madrugada...
pero ya no estás, Paquera.
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