No
es la música que agita los sentidos
ni
el iris de la flor, ni su perfume,
no
es la plata ennoblecida por los siglos
ni
las viejas maderas que silencian
su amarga soledad en los crujidos.
*
*
No
es el oro que recama el terciopelo
ni
la luna de este tiempo venturoso,
ni
los humos que destila el pebetero,
ni
el llanto de la madre por el hijo,
ni
el colofón que espera el agorero.
*
*
No
es el don que suplica al crucifijo
aquel
que aún confía en su certeza
ni
el beso fraternal, ni el regocijo
de
quien fiel, mantiene la riqueza
poniendo
la esperanza a plazo fijo.
*
*
No
es la blonda que dibuja su bolillo
ni
el oropel brillante en su pechera,
ni
la fuerza de quien pone su morrillo
-anónima
promesa del que espera-
para
lucir su amor por el pasillo.
*
*
Es
el tacto de la mano que aun me guía,
la
voz de su presencia, y el aliento
inseparable,
aquel que descubría
la
belleza en sus ojos y el intento
de
hacer de su pasión la pasión mía.
*
*
Después
de conocer a tanto ciego
añoro
más la luz que ya se ha ido,
emigra
mi memoria hacia ese tiempo,
exhalación
brutal que se ha escurrido
hacia
otros infinitos y otros cielos.
*
*
Es
su ausencia, su huella dolorida,
que
pátina dejó, por su ternura;
pintó
glorias en mi alma, está metida
en
el espectro del reloj de mi amargura.
Y
no marca el final, porque es mi vida.
José Luis Tirado Fernández
José Luis, muy hermosa tu composición, atiborrada de sensibilidad.
ResponderEliminar...Montserrat por Molviedro, otro de los mágicos momentos de Sevilla.