PARA
CARMEN LEDESMA
Tiene el duende una comadre que vive
aquí, en Pelay Correa; es dueña de un aposento cerquita de la plazuela, y de
vez en cuando y sin querer, ambos compadres se encuentran; casualmente, esta noche, tenían ganas de
fiesta. Los dos, vestidos, él de aguja y de guardainfantes ella, escucharon el
compás que retumbaba en un corral que estaba por allí cerca. Llegaron por el
zaguán y a través de la cancela, miraron las contraluces y escucharon lo que
suena cada vez que dice un flamenco: “s´a terciao”, cuando se oficia una
juerga. Invitados a que entraran, se dirigieron donde plateaba la hoguera.
Sonaban palmas, guitarras, el
patio se anegaba de belleza. Crepitaba en estallidos de tizones la candela, hendía
vanos y rincones de sus húmedas pavesas y salpicaba el lugar de luces con diminutas
esferas. Bailaba la gitana y brazo a brazo rescataba la neblina y apagaba las
lucernas; con la noche de sus manos retorcía los luceros, y al recelo de su
estela, hería de negros fruncidos los cuartos de la pelea.
Picaba entonces palillos,
pulgar, corazón, palmeta… y sus dedos eran llaves que cerraban y que abrían
postigos y contrapuertas. Sus pies eran meteoritos que caían sobre la tierra, allí
se estaba dejando los tacones y las suelas, verdugos de lo concreto, enemigos
de las piedras. ¿Quién te manda, mujer, quién gobierna los pliegues de tus
enaguas y el tintín de tus pulseras? Que el baile ha de ser formal… ¡No señora,
ni pensarlo! no venda la burra vieja, no busque a viejos legados culturas, leyes
ni reglas, que el baile no es un vestío para ponerle etiquetas…
Ella siguió con lo suyo en su
plantación de estrellas, su corazón no paraba de impulsar su sangre vieja,
sobreponía al cansancio la plenitud de su fuerza y llevaba como faros sus
clisos, siempre en estado de alerta. Bailaba, cierto, bailaba… pero sin meterle prisa al tiempo; al momento disponía
la gárgola de su inercia para acabar dividiendo las aguas de su marea, porque
sabía, como saben las expertas, bailar sin rumbo preciso, pero siguiendo la
estela, no se aislaba de los planos terrenales, ni traspasaba los límites de la
loseta, pero era la espiritual alhaja del alma de quien la viera.
Cantaron viejos gitanos coplas y
cantes sin fecha, gargantas como cañones soltaban llantos de queja, de
los jóvenes, que ansiosos, esperaban otra rueda. Hasta los niños cantaban con
las narices en vela, y seguían las mocitas la brújula de sus trenzas, hasta que
llegó el final, como todas las cosas llegan, tendiendo su sombra fría, e imponiendo
su sentencia.
Allí se quedó el rescoldo, las
cenizas y sus huellas, quedaron zapatos
rotos y hasta camisas deshechas, Febo encendió sus fanales y se colocó a las
riendas de la luz y los colores, dándole a Triana el gozo de otra mañanita
fresca.
Así que los dos compadres, cuando
llenaron la cesta de tantas cosas vividas, apuntaron la receta y se fueron, entre
risas, cada uno por su senda, pero la gracia y el duende, que eran dos almas gemelas,
se juraron mutuamente volver de nuevo a
la hebra.
El duende dijo a la gracia:
¡Comadre, que buen ratito, vaya una
noche completa! Condió, compare, hasta otra, y que sea pronto, contestó ella,
ya sabe dónde está el arte, ¡y vuelva usted cuando quiera!
Con mi agradecimiento a mi amigo Pepe Montiel, por haber plasmado en tan bella foto todo el arte de Carmen |
José Luis Tirado Fernández
A estos naturales de la poesía hechos prosa, habría de sacársele otro ratito más. Esperemos que vuelva pronto, José Luis. Saludos
ResponderEliminar¡Qué entrada tan bonita!! Qué bonito eso de que con sus brazos Carmen apagaba los luceros, a eso le llamo yo bailar. Yo me atrevía con todo y también tocaba los palillos, pero mis palillos no abrian postigos ni ná mas bien los cerraba y es que soy una negá para eso. Preciosa entrada he disfrutado, un saludo
ResponderEliminarComo si lo estuvieras recitando mientras lo zapateaba Carmen, se siente el arte. me encanto. Saludos
ResponderEliminarEntro en youtube para ver un vídeo de Carmen Ledesma para saber si es merecedora de tan bella prosa como le dedicas, y desde luego que sí. Si la poesía de tus palabras me impresiona debo admitir que la bailaora me apasiona. Me gusta el baile flamenco porque todo lo que nace de él es sentimiento y emoción. No es necesaria juventud ni requisitos físicos, solo hay que sentir y expresar. Y tener mucho arte.
ResponderEliminarPues gracias por ponerme un poco al corriente de este mundo flamenco. Abrazos