José coge la americana y sale a
la calle. Los adoquines están apretaos, corre brisa y los estertores de enero
le producen escalofríos en la espalda y
el cuello. No sabe dónde ir. Ayer el capataz del muelle no le cogió para el
barco que acababa de llegar. El viernes
se espera otro más grande y quizá haya más suerte.
Los
señores han cenado abundantemente, han encendido el cigarro habano y paladean
un coñac, a la luz de los candiles. Mujeres con mejillas de colorete y
encantadoramente vestidas se insinúan sin pudor mientras van de un lado a otro
de la taberna en pos de la clientela.
Pues
yo conozco a Fulanito, que canta como los ángeles y por diez reales le tenemos
toda la noche... Habla un hombrecillo calvo con bigotito, dirigiéndose a la reunión que poco antes había llegado en
el carruaje que está aparcado en la esquina. El mayor de todos ellos chasquea
los dedos. Un criado vestido a la manera de los cocheros de la época acude a la
llamada. Llégate con Aurelio donde él te diga y aquí de nuevo con el cantaor.
Los dos hombres salen del local y se marchan en el coche de caballos.
Mientras tanto, José,
ha paseado por todas las tabernas de Triana, a ver si algún conocido lo
convidaba a media botellita, pero tampoco ha habido suerte. Hoy no es su día.
Lo único bueno que le ha pasado es la soleá que le ha escuchado a Frasco en Castilla,
que por casualidad estaba allí, alternando con los cabales. Volviendo a casa,
ha divisado el carruaje en la puerta de su corral. Le esperaban a él.
Parece
que el día no va a terminar tan malamente. Hoy, José va a beber lo mismo que el
señorito, va comer lo mismo que el señorito y a lo mejor tiene ocasión de tocar
muslo de la pecadora compañía del señorito, cuya relación junto a la bebida, el
cuartito y la depravación provocaron el desprecio de la generación del 98 por
el flamenco. Si no hubiera sido por los Machado...
El caso es que José
llegará por la mañana feliz a su casa. Los vecinos están de suerte, porque José
despierta a sus niños cantándoles siguiriya. Hoy comerán chicha y además su
mujer podrá comprar un retal para hacerse un vestido. El cuartito ha
solucionado por hoy las tribulaciones de José.
José
Luis Tirado Fernández
Que fuerte,que real,y de tan sencilo como parece y tan comun,plasma los años de la postguerra.Y, ¿quien en aquellos dias no tenia un precio?
ResponderEliminarEsta historia tuya hiere como el filo de una navaja,hiere en la sensibilidad como lo real que fue,y qu quizas aun lo siga siendo.
La cruda realidad de aquellos tiempos.
ResponderEliminarConocía tu relato, lo leí en una de tus conferencias sobre el cante flamenco en Triana (en el Centro Cívico de Las Columnas). Aún conociéndolo, ahora también -volviéndolo a leer- he sentido un escalofrío.
ResponderEliminarAfortunadamente, pertenece al pasado.
Así era la cruda realidad de muchas personas...otras aún peor.
ResponderEliminarDe cualquier forma me quedo con tu mención a los Machado. ¡De qué manera enaltecieron el flamenco a pesar de ir en contracorriente! Comenzado por el padre, Demófilo y su recopilación de cantes flamencos, que seguro forma parte de tu biblioteca.
Pues recibe un fuerte abrazo.
" Espero que te guste", me decías en tú correo, cuando como otras veces, tienes el gran detalle, y la amabilidad, de enviarme tus cosas, sabiendoo lo torpe que soy con este "bicho".Sabes de antemano que me gusta y regusta, hijo escribes que es una maravilla, y del tema que a ti te gusta y tanto sabes, y que a mi me disloca, y tan poco se
ResponderEliminarl realidad que pintas, y digo pintas con todo conocimiento de causa, tu escritura del tema que sea, es una pintura hecha con palabra, y además clara y explicita.
Desgraciadamente, en esos año de posguerra, eran así las cosas, y puestos a considerar, a José siempre le quedaba la esperanza, tenue, y nunca certera total, del cuartito. A otras muchas familias ni siquiera eso le alumbraba el amanecer.
Querido José Luis, gracias una vez más. Besos a tu querida esposa de mi parte.
Gloria