Juntar historias y nombres,
ocurrencias y recuerdos,
debe necesariamente
ser material de remiendo,
vestimenta sin hilvanes
y carrillo de trapero.
Hay sitios de gran encanto
y lugares con misterio,
donde acontecen historias
y percances de escarmiento,
zonas para no volver
ni aunque te lo mande el médico.
Hay nombres que sí me gustan,
los simples y los compuestos,
los comunes y los raros,
nacionales, extranjeros,
aunque algunos me rechinen
y haya otros que aborrezco.
Pero me vengo a mi fuente,
pues comenzare diciendo
que me quedo con la O,
redondo sol trianero,
que de la calle Castilla
recuerdo unos ojos negros,
timón de mi voluntad,
vela de mi sufrimiento,
que desplegaba en la orilla
de Eliseo y de Quidiello,
enfrente de donde vive
la del semblante hechicero.
Qué larga la puta calle
y yo con zapatos nuevos;
ahora se pone a llover,
y yo, como un majadero
espérate que te espera,
perseverando en el tiempo
refugiado en el zaguán
que parecía un
portero.
Plantón de quimera joven,
amoríos de estraperlo,
que remolcan por Triana
un corazón sin consejo;
una escalera de mármol,
y un aroma de puchero
que daba la yerbabuena
a la rosa de los vientos,
la juventud en el alma,
las dudas y el titubeo,
la lengua que se te traba
y el demonio de los nervios.
¡Qué mal Tenorio, Zorrilla,
sé que me merezco un cero!
pero si viera a la niña
por la que de amor me muero…
Cuando por fin aparece
voy a salirle al encuentro
pero aparece un gachó:
¡Esperancita!… ¡Roberto!
la coge por la cintura
y se la merienda a besos…
¿Qué te parece Zorrilla,
no es un cero… patatero?
¿O es que quizá para el asno
la miel no es buen alimento?
Puede parecerlo a veces,
pero muchacho, no es eso…
ni esta es tu media naranja
ni estas aceras tu huerto;
la que de ti se enamore
puede presentarse luego,
mañana, o el mes que viene,
en calesa o de paseo,
puede vivir en tu calle
o venir desde muy lejos,
puede ser blanca o tostada,
de barriada o del centro,
que tiene tantas y tantas
estrellas el universo…
no te preocupes, amigo,
el amor es un sorteo,
lo mismo te toca el gordo,
la pedrea, que el reintegro,
hay que vivir resignados
a lo que nos manda el cielo
y atrapar las ocasiones
aunque sea por los pelos.
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