La
Semana Santa es la superación de muchas dificultades. No es la fiesta fácil
de adorno y cadeneta; hay más arte en la
calle en estas fechas que en algunos museos. Su diversidad la hace grande: mi
Semana santa, la tuya, la nuestra, la suya. La Semana Santa de la Universidad y
la de los toneleros, la de los cuarteles y la del esparto. La Semana Santa de las
madres sevillanas, cuando con la aguja y la plancha coloca sobre las túnicas de
sus hijos, su nietos, su marido, el amor más puro y transparente que ningún
batihoja, orfebre o bordador puede conseguir para nuestro deleite de cofrades y
sevillanos. Y como ellas, tantas y tantas madres y esposas que sin formar parte
activa de nuestras hermandades ponen cada Semana Santa en la calle ese desvelo
y ternura, que no salen de talleres, que
no tienen presupuestos ni diseño, y que son la exaltación de la Semana Santa de
los barrios y del pueblo de Sevilla.
Existe
la Semana Santa culta y la de llevar por casa y hay una para ascetas y otra
para el bullicio y el entusiasmo. La del patio de las pilistras con la batea de
pestiños y torrijas que no se la salta un gitano y la cafetera jirviendo. Una
de revuelo de capas blancas en el parque el Domingo de Ramos, de terciopelo en
San Roque de Gracia y Esperanza plenas,
Vera cruz de ruán y esparto, pebetero de Martes Santo en San Lorenzo,
luz de luz, cuando Desamparo y Abandono arrastra un barrio entero a la gloria
de las piedras catedralicias, olor a brea y salina en la marea de Pureza, dolor
por el que muere el Viernes Santo por Bustos Tavera.
Pero hay
una muy grande y mayúscula y es la que Sevilla da a sus niños, porque Cristo
siempre quiso que se acercaran a Él. Esa es la Semana Santa del futuro, la que
va a perdurar en los tiempos. Este año, la Borriquita saldrá, a ser de nuevo el
primer contacto de muchos sevillanos con el mundo penitente, la ilusión de
tantos padres por acercar a sus hijos al amor del nazareno, a la felicidad de
la palmitas en las manos de estos niños, tan lejos de la calamidad y la
desgracia de otros niños que hoy, ahora mismo, están siendo privados de su
infancia por gente sin alma que en el nombre de Dios destruyen su país… ¡¡asolados,
bombardeados, masacrados en su propia tierra!!
Pido al
Cristo del Amor que a tantos niños cobija en su Hermandad que derrame sobre
oriente medio su bendita carga, que el pelicano de su paso extienda las alas,
vuele sobre todo el mundo y arroje bombas de solidaridad, cohetes de
comprensión y misiles de amor al prójimo.
Cuando el pelícano no tiene nada que dar de comer a sus hijos, se abre el pecho y les da su propia sangre. Ése es el símbolo del Amor y ningún otro. |
DESDE LA URA MACARENA APRENDEMOS A SEGUIR LA SEMANA SANTA EN BLOG COMO EL TUYO lUIS, CRACIAS
ResponderEliminarHola José Luis, preciosa tu entrada de hoy. Me alegró mucho conocerte ayer, gracias mil por tu amabilidad y generosa presencia. Un abrazo.
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