Me das la
Paz, concebida
de tu
vientre, por la herencia
del
Redentor de los hombres…
¡esa es
la paz verdadera!
que para
darnos su paz
nos
regaló su existencia,
se hizo
hombre en Sevilla
y sin
soltar una queja,
fue
entregado por nosotros
la noche de
las tinieblas.
Nadie se
quedó contigo,
todos
cogieron la puerta,
¿Dónde
están tus seguidores?
¿Tus partidarios
desertan?
Ya
ninguno te conoce,
¿No hay
nadie que te defienda?
El gallo
cantó tres veces,
y aquel
que te ama, te niega…
¡Qué
sólo, Padre, qué sólo
tus
discípulos te dejan!
Y sin
embargo al mirarle
una
sonrisa le entregas
desahogando
su pecho,
aliviando
sus tristezas,
y
liberando su llanto
en
crecida torrentera.
Llora,
San Pedro, y descarga
el peso
de tu conciencia,
Llora,
San Pedro, y no tires
el fruto
de tu cosecha,
que estás
llamado a ser grande,
el pastor
de sus ovejas
porque El
un día te hizo
piedra
angular de tu Iglesia,
para que
aprendan los hombres
a
perdonar las ofensas
y amar a
sus semejantes
sin
esperar recompensa.
Esa es la
paz que queremos,
¡esa es
la paz verdadera!
no paz de
gastar saliva
diciendo
palabras huecas,
predicando
y dando trigo,
¡esa es
la paz verdadera!
Es la paz
de Jesucristo,
parsimoniosa
y serena,
que se
forjó con su ejemplo
y su amor
sin exigencias,
cultivando
su doctrina,
¡esa es
la paz verdadera!
Ayudando
a los humildes,
perdonando
al que me ofenda,
acogiendo
al inmigrante
como si
familia fuera,
tratándoles
como hermanos,
y
cantando las cuarenta
a quien
su origen ofende,
o a quien
su color desprecia,
dándole
la paz del alma
como si
en casa estuviera,
y tener
misericordia
con los
que sufren condena
dentro o
fuera de la cárcel,
que
algunos pagan su pena
en la
celda de la droga
o en un
vaso de ginebra.
¡Déjame,
Padre, seguirte;
quiero tu
paz verdadera!,
repartirla
entre los hombres
renunciando
a mi soberbia,
y
derramarla a los vientos
para que
todos entiendan
que esa
paz es… tu legado,
que esa
paz es… tu promesa
¡¡un
mundo nuevo de hombres
que
aborrecieran la guerra!!
y a
Nuestro Padre Jesús,
cautivo
en la calle Feria ,
pedirle la
paz del mundo,
pura,
cierta y sin quimeras:
la paz
que nos enseñaste,
¡esa es
la paz verdadera!
José Luis Tirado Fernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario