No
han sido pocas las aportaciones del pueblo gitano al flamenco, si nos referimos
a primeras figuras del cante. Hay un factor común en todos ellos, y es la
tradición oral de sus familias aplicada a lo que se canta y cómo se canta. Pero
si tenemos en cuenta que la técnica -conjunto de reglas- se
adquiere a base de muchas repeticiones y además apreciamos como válidos otros
medios de aprendizaje –Camarón escuchaba continuamente discos, sobre todo de
clásicos, como hacia Tomás con el gramófono de su hermana Pastora- tales como grabaciones, reuniones de cabales,
etc., apreciaremos la facilidad con que los cantaores pueden perfeccionar dicha
técnica. Luego está el talento, claro, en flamenco, lo que natura no da, Triana
no presta.
Las
tonás del campo llegaron a Triana y a muchos más lugares, y en todos se fue
transformando, a veces a mejor, casi siempre a mejor. Independientemente de su
entroncamiento en los cantes madres de las tonás tanto como dentro de los que
dieron origen a las plañideras y siguiriyas, el martinete toma el alma de los
metales, se funde en herraduras y alcayatas, en los metales de las herrerías, y
se disuelve a los golpes del martillo en el yunque. La evolución de aquellas tonás hasta
convertirse en martinete o en deblas, puede pasar por los ámbitos en los que
fueron perfiladas, como la soleá evoluciona a partir del compás propio de
estilos bailables, como el antiguo jaleo y se diversifica desde la que cantaba
la Andonda hasta la que hacían los alfareros –Ramón el Ollero-, lógicamente,
tiene un desarrollo distinto y más amplio por haber sido cultivada por payos y
gitanos, siendo el martinete, a pesar de ser ejecutado con maestría por algunos
intérpretes payos, cante característico y procedente de las herrerías
regentadas por gitanos.
SEMÁNTICA DEL VOCABLO
El
martinete es el son del martillo sobre el yunque. Así de simple;
¿perogrullesco? puede ser. Ensanchando la expresión, es la continua repetición
del sonido de dicho impacto. Si usamos “sonsonete” para referirnos a la
cadencia continuada de cualquier golpe ejecutado para imitar el tempo de la
música, o si pronunciamos “soniquete” para expresar una especie de palilleo
lejano o apagado igualmente repetido, deberá sernos por tanto lógica la manera
de denominar a dicho sonido fragüero. Igualmente, toda melodía creada,
inspirada o interpretada a su compás, y por lógica natural deberá ser llamada
martinete. Pero no se acompasaron los cantes al compas del martillo, sino que
al contrario, fueron estos los que se amoldaron a ritmo de las tonás. No es lo
mismo perfilar una alcayata que dar forma a una pieza grande, por lo tanto, la
cadencia es distinta.
EL MARTINETE EN LA SAETA
La
saeta no es ninguna modalidad del martinete. En primer lugar porque la saeta no
sólo es anterior a dicho cante, sino que es anterior al propio flamenco, y tuvo su propia
evolución. El martinete se suele utilizar como remate a la saeta por siguiriya,
denominándose de varias maneras en sentido localista, como por ejemplo “el
macho” o “la coletilla”. Tampoco se interpreta literalmente ajustándose al
modelo aproximado, sino que toma del martinete algunos de sus giros melódicos,
aunque se mimetiza con este fácilmente,
por ser ambas interpretaciones a palo seco.
LA DEBLA
Con
respecto al término, parece que al tener el referente práctico en Blas Varea,
todo el mundo conocía el cante como el “de Blas”, de donde derivó. También puede tratarse de un canto místico, ya que en
romanó debla significa “diosa”, aunque por su carácter afligido y lastimero es
poco probable. Parece ser que es la toná de Triana, aunque poco hay más allá de
la grabación de Tomás “En el barrio de Triana ya no hay pluma ni tintero”, sino
elucubraciones sin fundamento.
Una
vez enumerados los principales palos que los gitanos dejaron al flamenco y a
Triana y volviendo al tema, como creo demasiado recurrente la historia de la diáspora
de mediados del siglo XX hacia los barrios periféricos, acabaré sintetizando
que dichos cantes fueron modelo universal y generadores de estilos y formas e
inspiradores para muchos cantaores y sus cantes. Los descendientes de aquellos
gitanos trianeros que involucraron su trabajo y su arte, siguen creando en las
Tres Mil, los Pajaritos o el Polígono norte, barrios que son sede y escuela del
flamenco de hoy día.