Mi ciudad no tiene nombre,
dicen hasta que es mentira,
que un sueño jamás convive
con el sitio que se habita,
que no atienden los deseos
a cuestiones metafísicas,
que las aves pasajeras
cuando llegan, dosifican
el tanto por ciento justo
para el sitio donde anidan,
y allí donde se enamoran
dejan volar sus cenizas.
EL NOMBRE DE SUS COSAS
Soy fuego de sus entrañas
para el carbón de la hornilla,
pavo real de su parque,
desvelo de sus vigilias,
el murmullo de sus fuentes,
el trole de sus tranvías,
alhucema en su perfume,
abanico de puntillas,
esencia de las burbujas
de Revoltosa y Zumbina,
soy albero de sus cines,
sombra de su mediodía,
cincel para sus cadenas,
almirante de Castilla,
jazmines para las moñas,
alminar de su mezquita,
adarve de su muralla,
enea para sus sillas,
parissienne de los chiquillos
y carmín de su sonrisa.
EL NOMBRE DE LA GLORIA
Soy marzo, cuando derrama
la sangre de su heridas,
y muñidor de los pulsos
de esta devoción bendita,
senatus de la centuria,
banderín asuncionista,
tintinábulo pluvial,
el velo de la manguilla,
cabeza de la serpiente
de su corona de espinas,
soy testigo fiel de un tiempo
que pasa, mas no termina.
Soy abril en la portada
y el brillo de sus bombillas,
el clavel de las gitanas
que las solapas abriga
o ensalza sobre su pelo
la gracia de las mocitas;
yo soy Pepe el escocés,
con su falda y su boina,
venero de donde manan
arroyos de manzanilla,
belleza de las mujeres
con los volantes de Lina,
arquitectura de encajes,
de tiras bordás o cintas,
bajorrelieves que ondulan
cuando bailan seguidillas.
Soy junio, con sus calores,
soy el grano de una espiga
que floreció en su custodia
cuando el Corpus, aquel día,
filtró en la plata de Arfe
la luz entre sus rendijas.
En Diciembre soy campana,
villancico y melodía,
cantarillo y pandereta,
clavija, bordón y prima
y en las cintas de colores,
júbilo y algarabía;
consuelo en los hospitales,
amistad y compañía,
caridad para los mártires
del mundo y sus tiranías,
carrozas del ateneo
con ilusiones cumplidas,
repelón de caramelos,
cielo de miradas limpias
y pañuelo para el llanto
de aquel que lo necesita.
EL NOMBRE DE SUS CAMINOS
Mi calle es la calle aire,
que es el mismo que respiran
la flor de sus literatos,
bardos, autores y artistas
Mi calle es la calle Lanza,
Vidrio, y Acetres, y Lira,
y Conde de Torrejón,
y Encarnación, y Regina
antes de que hicieran setas
y apuñalaran su estima.
Yo vivo en la calle amor,
y hallé la perla escondida
en la ciudad de mi anhelo
que es mujer por ella misma,
pues su hermosura enamora
y sus hechuras cautivan.
Dígase que mi ciudad
es mujer… y es poesía.
EL NOMBRE DE MIS ACERAS
Soy arcilla en los tejares
de la calle Alfarería,
visillo de sus zaguanes,
soleá de sus esquinas,
mostrador de sus tabernas,
cuna del cante y vigía
del puerto camaronero,
grité ¡tierra! en la conquista
del empeño de unos locos
en los que nadie creía,
soy heraldo de su puente,
arenero de Chapina,
soy el niño que le pide
a Enrique el de las pavías
caminito del Astoria
dos reales de mijitas.
En la entrañable plazuela
soy el pilón de las ninfas,
y en su río marinero,
soy el fanal de su orilla.
En mi alma grabé a fuego
las voces que me dormían
meciéndome con sus ecos,
o las cosas que vivía
en el patio del Morapio
y el corral de mi familia;
no puedo negar su sello,
porque su huella me obliga,
y aunque mi ciudad me atrapa,
tengo en Triana mi vida.
MI NOMBRE
Y para saber quién soy,
qué persigo, y qué me guía,
me columpio en los compases
de un cante por siguiriya,
y sé entonces de su empaque
y el porqué de su alegría;
a su bendición me acojo
y a su intimidad de amiga,
pues con sus brazos de madre
mis ansiedades cobija,
y pone puntos finales
a pesadumbres y cuitas
para que florezca el hombre
en la humildad de su rima,
dichoso por entregarle
la gratitud de estas líneas.
José
Luis Tirado Fernández