El flamenco es un arte y pertenece a los artistas. Lo demás, es un exudado de su propia condición.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

NICANORA

 


    En diciembre de 2020 nos preguntábamos quién sería esta bailaora de la Alameda. Y por ahora, una de las preguntas formuladas, ¿actuaría en los cafés cantante? parece estar contestada en el siguiente texto, un tranco del libro "Ecos de un rincón de España (impresiones de un paseo) de 1890 y cuyo autor se llama Silverio Dominguez.

Allí está la Nicanora, mujer de buten, de mucho aguante y buenos cimientos, frescota y rosada más que la flor que adorna su peinado: cara picaresca, ojos zaragateros por lo grandes y rasgados, mirada asesina que produce choque, cintura de junco, píes tan chiquititos como enredadores.

Viste de percal la falda que le arrastra, y ceñido al exuberante bustoun pañolón de Manila de largo fleco, que no se atina como puede quedar tan artísticamente colocado, para sin ocultar la cintura y parte del seno,venir á darle un aire tan retrechero que cautiva a todo el que la mira.

Principia a oirse el rasgueo de la guitarra,acompañan los palitroques chocando en las sillas, empiezan las pataditas de las niñas, brotan los olés! en el tablado, y la Nicanora moviendo con majestad sus anchas caderas se planta en el centro y queda por unos momentos como una estatua digna del cincel de Fidias.

Se oye el repiqueteo de sus pies, se ve el culebreo de su cuerpo, ondulan sus caderas, principia el movimiento de sus rosados brazos, empieza el zarandeo, juega su alabastrino cuello y su cabeza fascinadora, y ora sacudiendo las palmas, ora retorciendo sus remos y agachándose y estirándose como lasciva tentación, y avanzando y retrocediendo como la lujuria, y animándose por grados hasta el molinete, llega al momento culminante en que haciendo todo a la vez, y retorciendo su talle como flexible junco, y respirando aceleradamente, estallan los Ole por tu marel!... ¡Bendita sea tu grasial!... ¡Ole por lo güenol ¡Ole por la jembra é trapío! y brotes calurosos de entusiasmo que enardecen más y más á la bailaora y enloquecen a todo el público, que no pierde movimiento ni postura, ni escarceo ni patadita, ni quiebro, ni taconeo.

Jose Luis Tirado Fernández