ELOGIO DE JUDAS
Han pasado los días. No los
señalaítos de Santiago y Sant´ana que cantara Manuel Torre, ni los de vino y
rosas de la película de Blake Edwards, y que cosquilleaba el tema del
alcoholismo, sino los días de la gloria sevillana, y que no son otros sino
aquellos en los que se lucen las hermandades por sus calles. Varios son los
pasos sevillanos en los que aparece el personaje de Judas, figura más que
literaria, no solo por la gran cantidad de libros, ensayos o narraciones que le
tienen como personaje principal o secundario, sino por las pasiones, casi todas
en su contra, que ha levantado.
Hacer una defensa de este
discípulo de Cristo, que franquea su rol de personaje evangélico para pasar a formar
parte de la pléyade de malvados, ruines, miserables y criminales que a lo largo
de la historia han sido, puede resultar tarea harto ingrata, por los vientos y
huracanes que sobre el autor pueden desatarse. Pero creo que es posible y
quiero intentarlo, no me resisto a expresar lo que pienso sobre el tema.
Si yo digo en esta entrada que
Judas Iscariote fue un hombre honrado, con dignidad, humano, cabal y
consecuente, supongo que el paso subsiguiente seria argumentarlo. Vamos allá.
JESUS DE NAZARET
Judas no era un quintacolumnista
del sanedrín como nos lo pinta Zeffirelli, quizá apoyado en la valoración que
de una teoría de De Quincey hace Borges en su “Tres versiones de Judas” y que
transmito literalmente:
“De Quincey especuló que Judas entregó a Jesucristo para forzarlo
a declarar su divinidad y a encender una vasta rebelión contra el yugo de Roma”
Creo, sin embargo, que Judas era una persona que se
dejaba llevar por lo que pensaba, amaba y defendía, como tantos otros seres
fieles a su convencimiento y que inevitablemente, por mor de su inclinación a
obrar con coherencia, cometen fallos de más o menos calado, o como en el caso
que nos ocupa, crear toda una leyenda sobre sí mismo. ¿Malvado? Creo que Judas
era un equivocado.
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Ian Macshane, en el papel de Judas |
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Luego, Jorge Luis arroja luz y razón con un argumento
de un
teólogo, Runeberg,
sobre una cuestión evidente:
“para
identificar a un maestro que diariamente predicaba en la sinagoga y que obraba
milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traición de un apóstol.”
¿Que paso en realidad? Si no existió la delación,
entonces toda nuestra vida hemos estado despreciando a un hombre honrado. Esto podría
deducirse de que, si al menos el Evangelio se ajusta a la realidad sobre el
hecho de la traición, no lo hizo por dinero, aunque tradicionalmente se nos
haya presentado como ladrón, por el hecho de que era el que llevaba las cuentas
del grupo. No hay constancia en las sagradas escrituras de este punto. ¿Era
honrado? Es posible. Vayamos a Mateo.
Mateo 27:4-6
4Yo he pecado entregando a
la muerte a un inocente. Pero ellos le respondieron: Y eso a nosotros, ¿qué nos
importa?
5 Entonces Judas arrojó las
piezas de plata en el templo. Luego salió de allí, y fue y se ahorcó.
6 Los principales sacerdotes
recogieron aquellas piezas de plata, y dijeron: No podemos echar ese dinero en
el arca de las ofrendas, porque es precio de muerte y la ley nos prohíbe
tomarlo.
No le tenía demasiado cariño al dinero. Podríamos
sospechar que era honrado.
Digno, según los diccionarios, significa merecedor de
algo. La dignidad que invocamos en muchas ocasiones de nuestras vidas, cuando
decimos todo aquello de “la cabeza alta”, “pobre pero digno” y otros clisés
cotidianos y familiares, pueden servirnos
en este caso para decidir si el Iscariote creyó firmemente que hacia lo que
tenía que hacer. Cuando vino a advertir su tremendo error, y tan tremendo, el
peor de la humanidad, según nuestro credo, fue tal su arrepentimiento, que
no dudó en ahorcarse, dándose, según su criterio, la dignidad perdida por el
suceso y recuperando así el merecimiento antes alcanzado de haber sido su
discípulo y haberle seguido durante años. Era su forma de pagar el fracaso.
Esa dignidad que también San Pedro perdió cuando negó
conocerle y al que sin embargo el propio Jesús concede la autoridad sobre la
iglesia que instituye en el mundo. Y no fue mucho mejor –el hecho- que el de
Judas.
Sobre su humanidad viene también a cuenta Mateo, en
el pasaje en que acude a devolver las monedas y donde encuentra la realidad en
crudo, la verdad desgarradora que le abre los ojos y el entendimiento y que le
desespera como para arrojar las monedas y largarse, supongo que llorando
amargamente, como en otras representaciones del suceso hemos visto o leído. Es
humano, sobre todo, porque se arrepiente. Esa es una cualidad humana, se
lamenta e intenta rectificar, pero no lo consigue. No hay vuelta atrás.
Tenía a Jesús como su maestro
amado, como un líder espiritual y entrañable, que curaba enfermedades y enseñaba la paz entre los humanos, pero Judas
no sabía que Jesús es el hijo de Dios. ¿Como renunciar si no, a la gloria de
haber sido uno de los suyos y pasar a ser, sin embargo, a ser el ser mas
despreciado del mundo y de la religión? Sin embargo, si lo sabía, y Borges hace
una concesión a esa posibilidad, estamos ante el más sacrificado de sus
discípulos. Luego, fantasea con la posibilidad de que Dios se encarnara en el
propio Judas. Me parece, como creyente, peregrino y extravagante, pero cada
cual es libre de hacer sus hipótesis sin agredir otros sentimientos. Al menos,
en esta macabra posibilidad, reconoce que Dios existe. ¿O no?
Todas las cosas que se producen
en este mundo tienen una explicación lógica, aunque sobre el tema de Judas y su
existencia, me temo y mucho que sólo podamos conjeturar, unos desde nuestras
convicciones, otros sobre una sólida base de conocimientos teológicos y alguno
como Borges con una sabia manera de disposición literaria que nos conducen al
placer de la lectura, sobre los acontecimientos exactos que vinieron a traer
este interesantísimo motivo sobre el que cualquiera puede argumentar, más o
menos profundamente. Yo me quedo con el placer que me ha producido tocar el
tema en este blog.
Y finalizar, si no con el elogio
a Judas por lo anteriormente expuesto, mejor con misericordia…. y declarar con
firmeza que hoy, en este mundo de realitys, de televisión basura y de la
adoración del lujo y la riqueza que cultivamos, sí vale un elogio real y
lógico, porque si bien vendió a su maestro, conozco a mucha gente que hoy, en
este país y en esta ciudad, muchos, religiosos o no, creyentes o agnósticos, o
incluso, porqué no, integrantes de
nuestras hermandades y cofradías, son capaces de vender a su madre.
José Luis Tirado Fernández