Serafines de alma blanca
que buscando cosas nuevas,
se han metido en nuestro mundo
con el google por bandera,
y disparan sin reparo
al primero que se mueva
cuando se le va un gazapo
o en un momento se enreda.
Aquí chanela flamenco
hasta el obispo de Cuenca,
de la historia y de los palos,
saben tela marinera,
van al cabo de la calle
y te hablan de reseñas,
de censos y de padrones
de raíces y de letras,
como si hablaran del tiempo…
¡Y cómo se documentan!
Que si Ceylán fue la cuna,
que si en la India naciera,
que si están en Cachemira
las raíces verdaderas…
Pero jamás encendieron
la luz de la amarga vela
para alumbrar la desdicha
puesta encima de la mesa,
ni oyeron la sinfonía
del son de sus tripas huecas,
ni sufrieron la injusticia
ni el trago de la pobreza.
No buscaron en los patios
de Jerez de la Frontera,
ni advirtieron en la Cava
el norte de las veletas,
ni en sus viejos adoquines
la magnitud de su huella,
no sintieron en sus carnes
las chispas de la candela,
escuchando la voz rota
de una gitana hechicera,
el crepitar de una faca,
el cuento de una vivencia,
o el látigo de los bailes
sin salir de una loseta
mientras descargaban sueños
las mulas en las traseras,
ni los tratos por reales,
ni por duros ni pesetas,
porque el euro se ha comido
los frutos de su cosecha.
Se apuntaron a la moda
de las luces pasajeras
de los cantes de diseño
y no de las voces viejas;
se emboban con el esparto
y no distinguen la seda,
porque tienen su modelo
en el comercio y la venta.
El arte sólo es el arte
si sale del corazón,
el que no firma ni guarda
diplomas en el cajón,
el que arranca penas negras
y risas, al alimón;
brotó donde manda el hambre,
no tuvo mejor nación
que la casa de los pobres,
columna de la afición
y siempre ha sido del pueblo,
no de la investigación.
Medita, primo, madura,
convéncete a la razón,
si quieres hacer carrera,
ve a correr la maratón,
el arte viene por gracia,
sal, empaque y vocación
y si el cielo te lo otorga,
Dios te dé su bendición.
Te lo dice el que ha sentido
y vivido la emoción
de un cante por siguiriya
con el compás de un bastón,
que ha crecido en los arroyos
donde bebe la pasión,
que ha visto bailar la luna
al vibrato de un bordón,
que en los viveros del tango
renegó de la razón
y vio cambiar por garbanzos
el frenesí de un ciclón.
A ti, amigo de lo nuevo,
te digo, sin presunción,
que he estado en mejores fiestas
que Estébanez Calderón.
José
Luis Tirado Fernández