El flamenco es un arte y pertenece a los artistas. Lo demás, es un exudado de su propia condición.

martes, 31 de diciembre de 2024

CASETA

 

    El portero que pide las invitaciones a  la entrada, se aparta cuando les ve venir. Ellos llegan saludando como los emperadores. La mano izquierda sobre el pecho, sujetando la vaporosa toga blanca, mientras elegantemente van oscilando la derecha. El pueblo les saluda. Se levantan de sus mesas a su paso sin dejar de masticar y vuelven a sentarse una vez ha pasado. El mismo camarero de chaqueta blanca, pajarita y pelo engominado que les atendió a la entrada les conduce hasta su mesa. Está de cara a la pista. Debería llegar con su pantera negra, su cohorte de ilotas aceitados y anillados y dos querubes lanzando pétalos. No. Este llega con su compañera vestida de Louis Vouiton y/o perfumada de Saint Laurent. Y la fiera es en realidad un caniche malhumorado que ella no suelta de los brazos.

Se sientan frente a la arena. El pueblo baila y se desahoga, la orquesta está en lo más álgido de su actuación. De vez en cuando una sevillanita.

César se toca la frente compulsivamente. Algo falta. Suele ponerse nervioso cuando no toca laurel. Bebe. Se va conformando mientras la Nubia vestida de negro observa los abalorios de las mujeres. El jefe de protocolo ya le ha ha mandado al soumelier. La cata ha dado resultado. Más tensión se vive cuando le presentan la langosta, aún viva. Ahí debería alargar el puño y mostrar el pulgar hacia abajo. ¡Claro! A la perola. Pero no. Levanta el dedo y el sargento de gallinas se va, presto a cocerla. Mientras, le acercan el finamente cortado jamón cinco jotas de una aldeita cerca de Los Marines. Una rosa de lonchas corona el centro mientras las demás se alinean milimétricamente formando un sutil dibujo. Las gambas fresquísimas, de larguísimo y elástico bigote. Bien. Luego llegan la langosta y el champán. Pero cava no, por favor. champán-champán. En el trasiego una mujer morena resuelta en luna se atreve a sacar a bailar al poderoso César. La Nubia sufre, borbotea, intenta revolverse como los calcetines, maldice, farfulla, muerde la servilleta.

Pero el divino se las pinta solo para el baile. ¡Qué gran artista se pierde el flamenco!

Vuelve a su catre y se reclina, abraza a su pareja que no está muy por la labor. Llega el trago largo. Elegancia, distinción. El mejor grupo de sevillanas le dedica el disco de este año. El lo agradece levantando los brazos en señal de contento.

¿Qué se le ofrece? ¿Necesita usted alguna cosa? Qué va, ya se ha ocupado el chófer, no se preocupen.

Y al final, lo acompañan a la puerta, junto al grupo de ilotas, la pantera, el collar de brillantes, el perfume de su Nubia, la raya bien marcada de su pantalón y el diseño impecable de su americana. Salen despidiéndose de todo hasta llegar a su silla de manos. En este caso un alemán de muchísimos caballos y los cristales blindados. Por si acaso. El chófer ya tiene los bolsillos cargados. Por uno de ellos se le está derramando...

las camas de hospital, los tratamientos y los aparatos de detección de cáncer infantil, las horas de asistencia domiciliaria a ancianos desvalidos, las ayudas alimentarias  para familias sin recursos, las ayudas a familias inmigrantes que vienen a trabajar, la fabricación de viviendas para gente humilde, y ustedes, ¿No saben alguna? Ah, si, la concesión de becas estables y definitivas para científicos que investigan contra las enfermedades. Y la biblia en pasta, qué más les digo!

Y se va a su casa César el emperador más a gusto que un guarro en un charco. ¿Qué cuanto le ha costado eso a usted?

Ese no es el problema. El grave problema es que son cuatrocientos mil, y que se han llevado cuarenta años en el cortijo. Y que predicar, predican. Pero de trigo ni pa un jilguero.

¿Y sabe usted lo malo, lo peor? ¿Lo más feroz, lo más insoportable?

Que luego vociferan en las manifestaciones como adalid de los pobres, de los necesitados, de los débiles. Que se bajan del avión y cogen la bandera roja para defender un mejor modelo de reparto de riqueza. Aplausos. Plas plas plas. ¡Qué buenos son, que nos llevan de excursión!

Pues los que están son lo mismo, o peor. Misma madre, distintas camadas. Distintos colores, mismos pensamientos, distintos discursos, mismas conclusiones, distintas ideologías, mismos finales. Ya le han quitado las ilusiones a mucha gente, pero los que tragamos los sostenemos. Creemos que sin nuestro voto todo se va a hundir. Y es lo contrario . Los rosales crecen con estiércol. 

Final. César y sus trescientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve homónimos, de un color o de otro, seguirán existiendo y viviendo así, con sus cortesanos, su guardia pretoriana sus novias nubias o sus efebos y sus panteras. Así. Aunque tú los veas en la feria bailando sevillanas.


ALTO. Esto va por hoy de esta manera en honor de Gladiator, la dos, que a mí si me ha gustado y no tengo problema en reconocerlo

Bueno, ya está, que mañana, siesta, a soñar conque César soy yoooooo¡¡!!!!