Le encontramos en los padrones de Triana, casado con Concepción García Vargas, de quince. El genial siguirillero vivía amparado por su suegro José, viudo, que mantenía a su madre, María Caballero y a dos hijas solteras, llamadas Dolores y Rocio. Habitaban el número 20 de la Cava de los gitanos. Allí, al poco tiempo daría fruto su amor, naciéndoles una hija, Josefa, que, tristemente, moriría con dieciséis años, cuando ya vivían en mi calle, Pelay Correa.
Herrero de profesión, suponemos que en ese tiempo andaba fraguando su obra gigante, esos cantes que le levantan a uno del asiento, o que erizan la piel, fundamento de esa viña de la Cava donde tantos entraron y seguirán entrando a por uvas. Nadie más adecuado para ilustrarlos que el mejor de los nacidos para el cante, Tomás Pavón Cruz.
José Luis Tirado Fernández
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